Parados y enfermos crónicos

Soy el parado número 2.546.328 de España. Conocí a la parada 2.673.428 en la cola del Inem, donde coincidimos para pasar la revisión periódica del paro; desde entonces salimos juntos.Yo trabajaba en un taller de plancha y pintura hasta que. me venció el contrato de eventual: "Pero si la Bolsa está por las nubes. Pero si hemos entrado en el euro. Pero si los indicadores económicos coinciden en señalar la positiva evolución de la economía", le dije a mi jefe cuando me firmaba el finiquito. "No me seas demagogo", me contestó, señalándome el espacio en el que tenía que firmar para poner fin a nuestra relación laboral. A mi compañera no le han ido mejor las cosas en estos tiempos tan maravillosos: al terminar su licenciatura en Derecho estuvo de pasante en un prestigioso despacho de abogados, donde aprendió los secretos para preparar un buen café, hacer fotocopias impecables y encuadernar dossiers.

En nuestros escasos momentos de felicidad, nos hemos planteado la posibilidad de traer un hijo al mundo, pero enseguida hemos descartado esta posibilidad: "Sería un acto de egoísmo por nuestra parte. Ahora que España va tan bien, si tuviéramos un hijo, seguro que sería parado como nosotros, y le íbamos a fastidiar las cifras de creación de empleo al Gobierno". Nuestros padres se conocieron en el ambulatorio, adonde acudían a por los medicamentos de bajo perfil terapéutico que les aliviaban de sus dolencias crónicas. Eso fue antes de lo del medicamentazo. Ahora quedan un par de veces por semana para dar largos paseos juntos y beberse unos vasitos de agua. Están doblemente preocupados: por nuestra situación, pero también por ellos. Temen que el Inserso organice una especie de Camino de Santiago con destino a la Luna, donde parece que agua no les faltaría.

Esta es mi historia particular, que de particular tiene que está bastante generalizada en todas aquellas personas a las que en España no les va bien.

Yo también os quiero (para Aznar, Cuevas, Arenas, Tamames, Méndez y Gutiérrez).