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Dinero y medio ambiente

Está pasando demasiado e injustamente inadvertida la contribución de diversas entidades financieras a la cultura ecológica. No sin espectaculares contradicciones, pero algo del dinero más fácil está contribuyendo al conocimiento, por parte de la sociedad, de la importancia crucial de los procesos ecológicos, los elementos básicos, la multiplicidad vital y la belleza de los derredores. Unas pocas esquirlas de los espectaculares beneficios del mundo financiero van a parar por tanto a la continuidad de la vida. Tan acosada precisamente por la obtención de las mayúsculas plusvalías de los negocios bancarios, urbanísticos, industriales, energéticos y especulativos, casi todos por supuesto no sostenibles, pero que financian a los financieros.Aún así se trata de un espectacular y aliviante salto ya que salva el abismo que siempre media entre el desprecio y el inicio de la consideración. Antípodas en las que siguen instalados la mayoría. Pero lo cierto es que en el último lustro algunas cajas de ahorro y bancos han pasado a invertir notables presupuestos en la propagación de la cordura ambiental. Inicialmente se ha apostado por las actividades de corte cultural para las que estaban mejor entrenados y además contaban con suficientes infraestructuras y recursos.

En este sentido resulta destacadísimo el papel de las Cajas de Ahorro, sobre todo las del Mediterráneo y la de Madrid, aunque ni una sola ha dejado de apuntarse en algún grado a la tendencia. Los programas relacionados con el Medio Ambiente de las dos mencionadas Cajas de Ahorro son lo mejor que circula por las casas de cultura, los centros del sistema educativo y decenas de centros culturales. No menos sus publicaciones, cursos, becas, exposiciones y el apoyo a algunos productos destinados a los medios de comunicación. Tanto es así, que si comparamos este interés y los recursos económicos liberados para estos fines con los que aportan las administraciones tenemos que llegar a la conclusión de que este sector, privado, aporta más a la educación ambiental que el público. Cuando nada hay más de interés general. que ese patrimonio llamado medio ambiente.

También los bancos, si bien con menor intensidad y hasta con repliegues descarados tras iniciales apuestas también han iniciado la exploración de la sensatez, con el BCH al frente. Aunque no superen la imposibilidad de que la búsqueda de beneficios ininterrumpidamente crecientes y acelerados, por tanto irreversibles, case con la levedad, la transparencia, la lentitud y la belleza, resulta esperanzador este incipiente noviazgo de contrarios.

Hay más. Porque lo realmente significativo es que en los últimos meses han aflorado otros síntomas de arreglo de la miopía de los financieros hacia lo que mantiene vivo al planeta. De acuerdo con el programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, cerca del 70% de las grandes corporaciones han manifestado que comienzan a tener en cuenta al medio ambiente para sus negocios. Tímidamente se está generalizando el estudio del impacto ambiental del propio funcionamiento de los bancos, que por cierto es enorme en gasto de energía, de espacio urbano, de desechos y de escaso reciclaje. Y se aprecia ya que la destrucción de la Naturaleza afecta a sus clientes.

Queda mucho por alcanzar una economía ecológica. Un primer paso han dado recientemente cien bancos del mundo, y entre ellos el Central Hispano español, al firmar un acuerdo para el desarrollo sostenible y el medio ambiente. Entre los puntos a destacar de esa adhesión figura su a puesta por la gestión ambiental. Por el desarrollo de productos para promover la protección de la naturaleza. Sin duda el más significativo de los numerosos párrafos de la declaración es el que afirma: "Los riesgos ambientales deben ser incluidos en la lista de los análisis de riesgos financieros para la aprobación de créditos. Recomendamos que exista al respecto una valoración del impacto ambiental...". Óptimo aunque conmueve ternura su confianza en que los instrumentos del mercado pueden conseguir una economía sostenible.

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