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CIRUGÍA: MALFORMACIÓN ANORRECTAL

Desarrollada una técnica quirúrgica para superar la incontinencia fecal en jóvenes

Uno de cada 6.000 recién nacidos presenta problemas de malformación anorrectal. Para muchos de estos niños, unos 60 cada año en España, su crecimiento se verá fuertemente condicionado por su incapacidad de controlar la defecación voluntaria de sus heces. En el hospital infantil de Vall d'Hebron, en Barcelona, se ha iniciado un programa quirúrgico que pretende dar solución a este problema. En los casos intervenidos en este centro, los primeros que se realizan en España en adolescentes, se han obtenido resultados esperanzadores.

Han sido tan sólo cinco casos. Pero en todos ellos, y en comparación con adultos, la rehabilitación de los enfermos, asegura el doctor José María Gil-Vernet, cirujano pediátrico de este centro, ha sido prácticamente total. La intervención consiste en reconstruir el esfínter anal externo del paciente a partir del músculo gracis, extraído de su propio muslo. Este músculo será posteriormente activado a voluntad por el enfermo gracias a un pequeño control remoto, que regula un pequeño marcapasos que se implanta a cuatro centímetros de profundidad bajo la piel del abdomen. De esta forma, y tras un periodo de reeducación, se consigue corregir la incontinencia fecal.

Desarrollo embrionario

La incontinencia fecal es una secuela del desarrollo embrionario inadecuado del intestino grueso. A menudo, explica Gil-Vernet, el recto no se desarrolla suficientemente, lo que acarrea que los músculos encargados de controlar la deposición de las heces sean deficientes y los esfinteres realicen mal su función o bien no existan. Cuando se combina la no formación correcta del esfínter interno, que es el encargado de informar de la cantidad y del tipo de heces que se acumulan en el recto, y la falta del esfínter externo (ano imperforado), que se cierra a voluntad para impedir o regular su salida, el enfermo defeca involuntariamente.Generalmente, indica Gil-Vernet, el problema se detecta en el nacimiento. A partir de ese momento se informa a los padres del problema y se introducen diversas medidas paliativas, al objeto de que el niño pueda llevar una vida tan normal como sea posible. Pero no es fácil. "A menudo, los niños se sienten rechazados y tienen problemas de aceptación tanto a nivel social como escolar o incluso familiar", dice Gil-Vernet. A los trastornos propios de su enfermedad se añaden, como consecuencia del rechazo social, otros, como depresiones, fracaso escolar y alteraciones más o menos graves de la conducta.

La implantación del marcapasos supone para estos niños la posibilidad de recuperar la normalidad en un futuro. Este futuro, sin embargo, está hasta la fecha limitado al momento en que se compruebe que han finalizado su periodo de crecimiento; es decir, alrededor de los 14 años. Antes, según Gil-Vernet, no es aconsejable la intervención, por dos motivos. El primero es la longitud del músculo implantado y la dificultad de tener que reintervenir; el segundo es la propia evolución del enfermo. "En muchos casos", advierte, "una dieta y un entrenamiento adecuado ayudan a disminuir los efectos de la enfermedad", algo que sólo puede conseguirse cuando el enfermo es "suficientemente maduro". Hasta ahora, las únicas soluciones a la incontinencia fecal, además de las paliativas, eran la reconstrucción del esfínter con el músculo gracis, técnica descrita en los años cincuenta, aunque con resultados no siempre satisfactorios. La neuroestimulación eléctrica con un marcapasos, introducida recientemente y que permite la contracción voluntaria y automatizada del esfínter, había sido probada sólo en adultos. Los casos evaluados en el hospital infantil de Vall d'Hebron han sido los primeros realizados con adolescentes.

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