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Entrevista:

"Los turcos estamos decepcionados con la Unión Europea"

Juan Carlos Sanz

Siete veces primer ministro, el último líder de la generación que heredó de Ataturk la Turquía moderna, el conservador Suleimán Demirel, de 73 años, visita oficialmente España, a partir del martes, como presidente del único Estado musulmán miembro de la OTAN, aunque despechado aspirante a la Unión Europea. En su figura se resumen cuatro décadas de agitada historia de una nación marcada por tres golpes de Estado, violencia separatista, integrismo islámico y relaciones de mala vecindad, pero también de un país que lleva camino de convertirse, no sin sobresaltos, en el gigante económico y demográfico del Mediterráneo oriental. Demirel tenía previsto efectuar su visita oficial a España el pasado mes de junio, pero los acontecimientos políticos de su país, en medio del ruido de sables contra el Gabinete del islamista Necmettin Erbakan, le obligaron a aplazarla. Ahora viaja a Madrid y Barcelona junto con una delegación de hombres de negocios, académicos y altos funcionarios. "Turquía da mucha importancia a esta visita", afirma con su mirada siempre observadora, "y es necesario que ambos países se conozcan mutuamente", precisa, sin dejar de recordar que, con un saldo importador de 1.500 millones de dólares, su país es el décimo cliente mundial de España. Pregunta. Después de la firma del Tratado de Unión Aduanera en 1995, Turquía recibió un portazo en la cumbre de Luxemburgo del pasado diciembre. ¿Espera contar con apoyo español para defender la candidatura turca en la UE? Respuesta. La decisión de Luxemburgo fue una sorpresa para nosotros. Por eso, Turquía pide ahora a los países amigos, como España, que remedien ese error. Mi país tiene acuerdos con Europa desde 1963 y es miembro fundador de varias instituciones creadas desde el fin de la II Guerra Mundial. Incluso estuvo en 1856 en la Conferencia de París, en un primer Consejo Europeo. Por eso no es posible excluimos. En Luxemburgo se produjo una discriminación que debe ser rectificada, y voy a abordar el asunto con el Gobierno español. P. ¿Aún es posible que Turquía acuda a la Conferencia Europea de Londres (sala de espera para los aspirantes a la UE) del próximo 12 de marzo? R. Nuestros amigos europeos nos piden que vayamos a la conferencia de Londres, como [Jacques] Chirac y [Lionel] Jospin me plantearon de forma insistente hace una semana en París. Pero el pueblo turco ha quedado decepcionado, herido incluso, por la decisión de Luxemburgo. El Gobierno, que debe respetar este sentimiento, no tiene apoyo popular para ir a Londres. Confiamos en que la cumbre europea de Cardiff, en junio, suprimirá esa discriminación a Turquía. P. ¿Europa dejará entonces de ser un club cristiano? R. En la civilización actual no se puede permitir una división sobre la base de la religión. El mundo de hoy es el de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Cuando se firmó el acuerdo de asociación de 1963, Europa ya sabía que nuestra población es musulmana. Turquía es un país adaptado a los valores europeos, que defiende en tanto que miembro de la OTAN, y Europa no debe volver a estar dividida, no importa cuáles sean los motivos. Europa no es sólo una geografía, es un abanico de valores y un proyecto de civilizacíón. De ninguna manera vamos a darle la espalda. P. ¿Hay dos Europas, la del norte y la del sur? R. No creo que constituir dos frentes en Europa sea beneficioso ni pueda aportar nada positivo. Pero es cierto que Europa tiene una dimensión mediterránea y la cooperación que debe producirse en ese ámbito contribuirá a la unidad europea. En este proceso, España, Portugal, Francia, Italia, Grecia, Turquía y también Egipto y el Magreb tienen un papel que desempeñar. No podernos vivir en el pasado. P. Precisamente en el Mediterráneo se hallan algunos de los conflictos que aquejan a su país. ¿Turquía va a cumplir su palabra de anexionarse el norte de Chipre si las negociaciones de adhesión a la UE excluyen a los turcochipriotas? R. En el pasado, la UE no quería tener en su seno a países con conflictos, y Chipre es un foco de conflictos. No entiendo qué prisa tiene la UE en las conversaciones. ¿Negociar? ¿Con qué Chipre? ¿Con el de Glafcos Clerides, que acaba de ser reelegido [presidente grecochipriotal? Si la UE le admite como representante de la totalidad de la isla es que no se ha informado bien de lo que ha ocurrido en los últimos 30 años. En Chipre hay dos naciones distintas, no es una cuestión de minorías o mayorías. Hay 180.000 turcochipriotas en el tercio norte de la isla que no pueden ser ignorados. La UE comete una enorme equivocación que puede crear muchas dificultades en esa parte del Mediterráneo. P. Atenas acaba de rechazar las últimas ofertas de Ankara sobre diálogo directo y prefiere resolver las diferencias en el Egeo en los tribunales internacionales. R. Hay problemas muy serios entre ambos países, aliados dentro de la OTAN. Y en la Unión Europea, Grecia actúa siempre que puede contra los intereses de Turquía; los griegos no tienen buenas intenciones. En Madrid, en la cumbre de la OTAN del pasado julio, llegué a un acuerdo de principio con el primer ministro Costas Simitis para buscar una solución por vías pacíficas, pero Grecia parece haberse apropiado el acuerdo. P. La patronal turca acaba de proponer una mejora de la situación de los derechos humanos y de las instituciones democráticas como imperativos para reactivar una economía que, aunque crece a un ritmo del 6% anual, padece una inflación del 100%. R. Un 6% de crecimiento es muy satisfactorio. Mientras que esa tasa de inflación es decepcionante. Pero así es Turquía. Se puede comprar, vender, producir, invertir... Aunque tampoco defiendo la inflación, es nuestro gran fallo. P. ¿Y los derechos humanos? R. Suprimir las violaciones de los derechos humanos no es una exigencia económica, sino una necesidad democrática, porque las sufren personas de este país. Aunque no hay que olvidar que Turquía lucha, dentro de un marco democrático, con un terrorismo muy peligroso, no quiero justificar con eso las violaciones de los derechos humanos. P. ¿Es posible una solución política para la cuestión kurda? R. ¿Qué solución política? Turquía es un país unitario, aquí no hay minorías. Con independencia de su origen étnico, todos los ciudadanos son iguales. Ni el Estado ni el pueblo podrían admitir la desestabilización de Turquía. No hay una cuestión kurda, sino un problema de terrorismo. España también es un país que ha sido golpeado por el terrorismo y puede comprender mejor este problema: la violencia no puede ser justificada bajo ningún pretexto. P. ¿Cuándo podrán los kurdos de Turquía recibir educación en su propia lengua materna? R. No por el momento. Hay una unidad de lengua en Turquía, y si la rompemos será muy difícil que las personas se entiendan. Cada cual puede hablar su lengua en su casa y en la calle, a nadie se le impide. Pero nuestra situación es muy delicada. Entre nuestros vecinos del suroeste no hay ningún país democrático. Los turcos tienen elecciones libres, un Parlamento, prensa independiente... Intentamos mejorar nuestro sistema y remediar nuestros errores sin inmiscuirnos en los de los demás. Pero en ningún caso permitiremos que Turquía se convierta en una nueva Bosnia-Herzegovina.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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