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Un euro amplio

Joaquín Estefanía

El hecho de que todos los países que quieren estar en el primer momento comprometidos con la moneda única, excepto Grecia, hayan conseguido cumplir con los criterios de convergencia de Maastricht no empece el éxito rotundo de España en este asunto. Los datos presentados por el vicepresidente económico, Rodrigo Rato, sobre crecimiento, inflación, déficit público, tipos de interés, tipos de cambio y deuda son, en su conjunto, los mejores de la historia contemporánea.Estas cifras, las más esperadas por cuanto suponen una frontera entre dos épocas -antes y después del euro-, no han tenido toda la espectacularidad pública que merecían, por varios factores. Primero, por las expectativas; éstas cotizan a menudo más que la realidad, y los datos estaban descontados. No han tenido, por fortuna, elemento alguno de sorpresa (sí lo es el hecho de que el déficit se haya reducido otras dos décimas respecto al objetivo de Maastricht, hasta el 2,6%). En segundo lugar, ya está dicho, la coincidencia de buenos resultados en todos los países de nuestro entorno, aunque un estudio más detallado de ellos tendría que hacer referencia a los grados de contabilidad creativa utilizados. Es curioso que la prensa alemana haya comparado los datos de España y de Portugal, que se presentaron el mismo día, para concluir que nuestro vecino ha cumplido mejor que nosotros la convergencia ("El David de la Península vence al Goliat", decía un editorial de Handelsblatt). La tercera causa de esa contención del optimismo tiene que ver con los ruidos que contaminan la vida pública española: confabulaciones, insultos, sensación de limitación de las libertades, problemas en la justicia, la sanidad o en la evolución de las autonomías, desempleo, ausencia de un proyecto político central, etcétera, hacen que la política económica sea el mayor activo, nítido, real, del PP cuando está a punto de cumplirse -pasado mañana- la mitad justa de la legislatura. La sensación de algunos responsables del área económica del Gobierno de que lo que ellos tejen de día otros lo destejen por la noche (ya se ha utilizado esta metáfora en otros momentos) se amplía. Contrariamente a lo que se ha vendido, el último barómetro del CIS no es excelente para el Ejecutivo de Aznar; en otras circunstancias políticas, con la coyuntura económica existente, cualquier partido hubiera estado cercano a la mayoría absoluta, y su líder, por encima de los demás. Lo que no es el caso. Demostrando que la oposición existe pese a los pocos flancos que deja la bondad de la macroeconomía, el miércoles -pocas horas después de la conferencia de prensa de Rato y sus secretarios de Estado- tenía lugar un espectacular debate en la Comisión de Economía y Hacienda del Congreso entre el diputado socialista José Borrell y el vicepresidente del Gobierno acerca de la ejecución del Presupuesto de 1997 y de la situación de la Seguridad Social. Los medios de comunicación, aquejados de exceso de noticias, no dieron apenas información del mismo, pero la descripción de lo sucedido figura en el Diario de sesiones del Congreso de los Diputados. Borrell puso en cuestión el comportamiento real de la recaudación del IRPF, el desarrollo de las inversiones públicas, la existencia de créditos extraordinarios, la deuda de la Seguridad Social o los recursos procedentes de las privatizaciones que se han asignado a la cobertura del déficit. El socialista acusó a Rato de tener "graves fallos en el conocimiento exigible a un ministro en materia de contabilidad pública" y de esconder el verdadero presupuesto bajo toneladas de maquillaje y botafumeiro. El vicepresidente contestó que el PSOE hace siempre el mismo discurso sin tener en cuenta la realidad, lo que le permite mucha comodidad en sus respuestas. Es una pena que un debate de alto nivel dialéctico haya pasado inadvertido.

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