La bendita pedrea

Cada vez que se entregan los grammys, algún comentarista español aprovecha para burlarse de "esos yanquis chiflados" al mencionar que se premia, por ejemplo, a intérpretes de polca. No es una crítica muy inteligente. La NARAS reparte sus trofeos atendiendo a la realidad de la industria y a la necesidad políticamente correcta de reflejar el pluralismo del país: eso explica que se amplíen las categorías referentes a la llamada música latina y se respete la mención a la polca, género muy apreciado por comunidades de origen centroeuropeo, o mexicano.Los casi 100 grammys permiten a sus votantes cubrir numerosos frentes, a diferencia de lo que ocurre con los oscars. Y lo que nos queda es el placer de descifrar motivaciones: ayuda haber sentido el filo de la muerte (Bob Dylan) o estar viviendo los años finales (John Lee Hooker, galardonado por un disco, Don't look back, en el que canta casi sonámbulo). Resulta útil comprobar quiénes son los artistas favoritos de la industria -de Babyface a Elton John- por su consistencia y mínima originalidad. Intriga igualmente imaginar qué mecanismos en la sombra han funcionado para honrar póstumamente a Paul Robeson, un símpatizante del comunismo acallado sin piedad en los años duros de la guerra fría.