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"Yo estoy con los que sufren el embargo en Irak"

ENVIADO ESPECIALMary Robinson cree que hay poco que celebrar este año, cuando se cumple medio siglo de la Declaración Universal de derechos Humanos. "Tenemos que ser muy sobrios este año", dice la ex presidenta de Irlanda: "El 50º aniversario de la declaración coincide con violaciones muy graves de los derechos humanos. Cuando se piensa en los cientos de millones de niños que mueren porque no tienen agua potable, es una terrible negación de derechos fundamentales (...). Lo que es inaceptable -y ésta es la base de mi compromiso- es la falta de igualdad en el mundo, las evidentes e inaceptables desigualdades que niegan a la gente un nivel razonable de derechos humanos y que, muy a menudo, se convierten en violaciones de sus derechos".

Mary Robinson, 54 años, es una corredora de fondo de los derechos humanos, desde su experiencia como abogada hasta los casi siete años que ha ocupado la presidencia de su país, Irlanda. Hoy recibe en París el premio al personaje europeo del año, un galardón convocado por el semanario francés La Vie y concedido por un jurado de medios de comunicación del que forma parte EL PAÍS.

Hace seis meses, cuando Mary Robinson asumió su responsabilidad en la ONU, prometió ser "la voz de las víctimas, la conciencia moral de la humanidad". Es un propósito que mantiene, a pesar de haber topado con las temibles telarañas de Naciones Unidas: "Creo que la principal dificultad es avanzar en el seno de una organización muy burocrática, una organización como la ONU, que cuenta con la legitimación de la comunidad internacional y, al mismo tiempo, con todas las estructuras burocráticas imaginables. Yo hago esfuerzos diarios para que no se me olvide, para afrontar las situaciones difíciles de mucha gente y la necesidad que tienen sus voces de ser oídas para no ser tragadas por la burocracia y el papeleo (...)".

La burocracia, el papeleo y la política. Cada asunto que afecta a la competencia de Mary Robinson supone crear una situación conflictiva, desde su condena a la pena de muerte tras la reciente ejecución en Tejas de Karla Tucker hasta su deseo de que se investigue el papel de la ONU en el genocidio de Ruanda o las obligaciones internacionales en Argelia. Y en estos días, el problema de Irak, las repercusiones del embargo sobre la población civil: "Creo que en este caso, como en otros, hay que pedir cuentas a los países sobre las consecuencias de los embargos en los sectores más vulnerables de las poblaciones de los países más afectados (...). En la ONU, yo me sitúo entre los que son muy conscientes de esta situación, como el secretario general, Kofi Annan, que tiene una posición de liderazgo al recordar a los que sufren la carga más pesada del embargo en Irak". Sin permitirse entrar a fondo en el problema político, Mary Robinson cree que "obviamente, si Sadam Husein modificara sus posturas, la situación podría cambiar radical e inmediatamente. Lo cierto es que los iraquíes están sufriendo mucho, tanto por las violaciones de derechos humanos que comete su Gobierno como por las consecuencias del embargo".

Argelia -como Camboya, Sudán, Somalia, Ruanda y varios más- es otro de los países que quita el sueño a Mary Robinson: "Me da la impresión de que no hay suficiente conciencia del sufrimiento que hay en las aldeas y comunidades devastadas por la violencia. Nosotros estamos presionando para que se permita una visita al país y se elabore un informe". Lo peor que puede ocurrir en la opinión pública, según Mary Robinson, es que nos acostumbremos al continuo goteo de muertes. Jamás debemos aceptar el horrible nivel de violencia que hay allí. No existe un nivel tolerable de violencia. Yo he hablado con gente de los lugares en los que ha habido matanzas de mujeres, de niños, de ancianos, y es terrible (...). Es algo escalofriante".

Desde que visitó Ruanda en octubre de 1994, tras el genocidio de finales de 1993 y principios de 1994, Mary Robinson defiende con energía el principio de que la protección de los derechos humanos "no puede detenerse en las fronteras nacionales de ningún país: ningún país puede decir que la manera que tiene de tratar a sus ciudadanos es un asunto exclusivamente de su incumbencia". La Alta Comisionada cree que lo ocurrido en Ruanda -la pasividad y la inacción- "no es culpa de la ONU, pero debemos afrontar los hechos y procurar además que se investigue a fondo la actuación de las Naciones Unidas: hay cosas muy serias que tenemos que aclarar. Si queremos romper el círculo vicioso de la impunidad, tenemos que estar dispuestos a una rigurosa autocrítica".

Precisamente a partir de la puesta en marcha de tribunales internacionales como el de Ruanda y la antigua Yugoslavia -experiencias valiosas, pero incompletas, dice- Mary Robinson considera muy importante la creación de un Tribunal Internacional de Derechos Humanos como el que patrocina la ONU. "En este 50º aniversario de la declaración tenemos que reconocer que, por desgracia, hace falta un tribunal permanente que se encargue de las violaciones flagrantes de los derechos humanos. Es muy importante y creo que será la última gran institución internacional creada en este siglo".

Nombrada el 9 de junio de 1997 responsable de Derechos Humanos por el secretario general de la ONU, Kofi Annan, no ha parado un solo momento desde que se puso en marcha: Asamblea General de la ONU en Nueva York, en septiembre; viaje por Uganda, Ruanda y Suráfrica, en noviembre; Camboya y Tokio, en enero; Nueva York, de nuevo hace unos días. Ahora prepara una visita a Irán, y quiere ir antes de que acabe el año a otro de sus grandes desafíos, China, una cita que está deseando afrontar.

Con el arma de la presión moral y el complicado equilibrio que exige su vocación de ser la voz de las víctimas y trabajar con los gobiernos de los países de la ONU, Mary Robinson no entra en las abundantes especulaciones sobre su posible futuro como secretaria general de la ONU y se limita a decir que está haciendo lo que más le interesa, y que, "haga lo que haga después, siempre tendré como objetivo los derechos humanos".

Mientras tanto, esta mujer de serena fortaleza agota jornadas enteras de trabajo y cumple semanas laborales de siete días. Lo dice sonriendo y mirando al suelo: "En pocas palabras, no he trabajado tanto en toda mi vida como ahora".

El ejército que Mary Robinson tiene a su cargo para llevar a cabo la agotadora -y muy a menudo frustrante- tarea de vigilar el cumplimiento de los derechos humanos en el mundo se compone de menos de 200 funcionarios en la sede central del Alto Comisariado, en Ginebra, y otros 200 repartidos en diversas misiones internacionales. Su presupuesto anual es de 24 millones de dólares (3.600 millones de pesetas), menos del 2% del presupuesto global de Naciones Unidas. El Comisariado recibe otros 22 millones de dólares a través de donativos y ayudas.

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