El ogro de los exámenes finales de Oxford se tambalea
El prestigioso centro proyecta rebajar la presión al alumno
La novela Retorno a Brideshead, publicada en 1945 por el británico Evelyn Waugh, ofrece una visión romántica de la vida de los estudiantes de Oxford en los años veinte. Sus dos protagonistas masculinos, Charles y Sebastian, son finos, educados e hijos de las clases dominantes. Sólo reducen su intensa vida social para preparar los exámenes finales. Esta tradición, que se remonta a 1800, empieza ahora a quebrarse. El objetivo es aliviar la tremenda presión ejercida sobre los alumnos por unas pruebas de las que depende la obtención de la licenciatura. Lograr que las mujeres sumen mayor número de matrículas de honor es otro de los fines.Por la famosa ciudad de las torres soñadoras deambulan en época de exámenes innumerables estudiantes con aspecto pálido y con prisa, mucha prisa. Las carreras que han elegido suelen tener un primer curso selectivo, aunque el mayor esfuerzo llega dos o tres años después. Una licenciatura completa no dura más, pero el aprobado definitivo depende de una serie de pruebas escritas finales en las que el alumno se juega su futuro académico.
El propio Evelyn Waugh lo sabía bien, porque estudió en el Hertford College. Las clases, entonces y ahora, se centran en el estudio profundo de varias asignaturas en estrecha relación con los tutores. Puede haber "cuestionarios informales" a lo largo de la carrera, pero la nota válida saldrá del último. "En general, las preguntas excluyen el primer curso. El resto puede aparecer en cualquiera de las pruebas", según los portavoces de la universidad.
La mayoría de las universidades ha optado por incluir su temario en unos módulos o cursos que suelen durar 10 semanas. Así, por ejemplo, Seguridad europea: la guerra fría y después, asignatura impartida en la Facultad de Políticas de la Universidad de Leicester, consta de dos grupos de clases de 10 semanas cada uno (dos horas cada siete días). Un examen final, varios trabajos y la evaluación continua sirven para calificar al alumno.
"Oxford debe seguir siendo atípica. Una universidad colegiada que perpetúe, con sus grupos reducidos, el sistema de tutorías. Crecerá, pero despacio, para no poner en peligro su alto nivel académico", señala en un informe Peter North, antiguo rector y ahora director del Jesús College.
Su revisión de los métodos de enseñanza no excluye flexibilizar los duros exámenes que la convierten en la jerga estudiantil en un invernáculo. La ansiedad que generan no es ajena a los suicidios dé los que no pudieron soportar la presión de unas semanas agobiantes. Una de las fallecidas más recientes fue una brillante estudiante de letras que temió no estar a la altura de lo que se esperaba de ella.
North no menciona estos hechos, por supuesto, ya que Oxford no es la única universidad británica que los registra. Sí espera, de todos modos, que la introducción de una suerte de evaluación continua reduzca el volumen de exámenes y atraiga mayor número de aspirantes de escuelas públicas o incluso veteranos.
Estos últimos constituyen el equivalente a los mayores de 25 años en España. La comisión que ha presidido supone también que un seguimiento más continuo del progreso del alumno ayudaría a las mujeres inscritas. En el año 1996, un 29% de todos los varones que pasaron sus exámenes finales obtuvo una matrícula. Un 17% de las mujeres consiguió igual nota.
Peter North y los suyos -en el trabajo se ha recabado la opinión de 6.000 profesores y estudiantes- han deliberado teniendo en cuenta una hipótesis: "Los exámenes escritos o por lo menos tal y como se plantean ahora sus preguntas resultan desfavorables para las mujeres". Y la Universidad de Oxford, que desea seguir recibiendo subvenciones del Estado y fondos privados para mantenerse, quiere respetar la igualdad de oportunidades que proclama en su ideario.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.