Mal gusto
Lo menos importante del partido de Gobierno es el mal gusto propio de la derecha. Hay personas de mal gusto que no son tontas. La apertura de una sucripción popular para pagar seguridad privada a los concejales de ese partido en el País Vasco es fea y tonta. Torva. Hay personas que quedarían fuera de esa cobertura, hay una confesión de que no existen suficientes fuerzas públicas para protegernos a todos y especialmente a los amenazados. Y una sospecha: la utilización de sucesos luctuosos para hacer un falso referéndum. Monetizar al muerto es vergonzoso.Parece una de aquellas suscripciones de Abc cuando Anson: para la Guardia Civil o para el ser que pomposamente llamaron Juan III con evidente menoscabo para quien reinó en su lugar y para la historia. Anson no era persona de mal gusto, por lo menos en cuestiones literarias, pero mamaba el de la derecha y lo servía con el periódico que no era suyo. Un pesetero del periodismo. El PP era su cliente: y el PP no tiene estética. No olvidaré las bermudas de Aznar en las playas: y cómo Ana Botella viste a sus criaturitas. No tiene importancia: es la estética moral a la que viola y mata el sentido común.
Si los asesinos vascos comenzasen a elegir sus víctimas entre los no protegidos, habría un escándalo: justo. Será importante que el Gobierno de ese partido arbitre una protección para todos en el País Vasco. Hasta para los que no la quieren. Pero no se les puede acusar: ni Franco, ni Carrero, ni Fraga lo consiguieron, a pesar de su brutalidad histórica. Ni Felipe González, a pesar de los GAL. He creído siempre que había que buscar una solución política; otros rastreros del nacionalismo vasco, del carácter de Atutxa o de Arzalluz, están monetizando esa cuestión, y la van a desgastar antes de que se produzca.
Todavía prevalece aquí, en la Gran Castilla, la noción de honor que adquirió cuando tenía la fuerza absoluta para mantenerlo y obligar con él a los otros: no se negocia con los asesinos. Caballeros, caballeros, ¿con quién, si no, se negociaría? Sólo con los que tienen un tipo de fuerza que, siendo menor que la de uno, están matando y aterrorizando. Lo malo es que hay pocas cosas que negociar con esa gente. Se ha cedido demasiado en otros tiempos, y la creación de una policía genuinamente vasca es uno de los males de aquella negociación. Pero cuando alguien lo señala le acallan diciendo que hay que mantenerse unidos frente al enemigo. Serán tontos.
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