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La cabeza visible del mayor grupo privado de gasolineras

La saga familiar la inició un agricultor conquense a principios de siglo

Francisco Javier Villanueva Aranguren es la cabeza visible del mayor grupo privado de gasolineras de España, cuyos máximos responsables han sido denunciados por la fiscalía. De 60 años, sin estudios universitarios; hijo, sobrino y nieto de empresarios del sector" el patriarca del clan Villanueva, de gran volumen físico, se mueve con dificultad, usa bastón y conduce habitualmente un monovolumen -tipo furgoneta- ("el único coche en el que quepo", según comenta jocosamente a los conocidos, que se sorprenden ante el hecho de que un hombre de tanta fortuna conduzca un vehículo tan modesto).Villanueva Aranguren se inició en el negocio siguiendo la estela de su padre, Alejandro Villanueva, militarite de Falange, y de su tío, Julián Villanueva, de quien no se conoce otra militancia que el Atlético de Madrid equipo del que fue directivo.

Antes de seguir la tradición familiar iniciada en los años 20 en Valencia por su abuelo, José Villanueva, un agricuItor aficionado a las novelas de Zane Grey y El Coyote, natural de Saelices Cuenca-, Villanueva Aranguren se ocupó de gestionar durante dos años negocios en El Salvador por, cuenta de un amigo y socio de la familia: Tomás Recari. Su padre y su tío, llegados a Madrid con la Guerra Civil, participaron en los años 40 en la puesta en marchade una marca de helados, llsa, de efímera trayectoria y en la que ambos mantuvieron una pequeña participación.

Aficionado al juego de pelota, como corresponde a su origen materno (Obanos, Navarra), el joven Javier frecuentó durante mucho tiempo el frontón Recoletos de la capital de España. De esa época mantiene amistades que aún persisten, como la del ex pelotari José Antonio Pujana Lecho. A la postre, la amistad de Pujana con los Villanueva se demostró muy fructífera. Según personas próximas a ambos, los Pujana lograron concesiones de gasolineras en la capital de España gracias a la influencia de los Villanueva.

Las gestiones en favor de sus amigos revelan la gran influencia de la familia Villanueva en los resortes de la Administración. La razón, según sus conocidos, parte de sus vinculaciones ideológicas con al antiguo régimen franquista -algo que niegan los miembros de la familia consultados-, muy puntilloso a la hora de cuidar de que llegara a sus afines la explotación de determinados negocios como gasolineras y estancos.

Javier Villanueva, sin estudios superiores -una excepción entre los Villanueva de su generación, educados en el Colegio del Pilar, de Madrid, y entre los que hay médicos, abogados e ingenieros- entró a formar parte del negocio familiar en la gasolinera que su padre Alejandro y su tío Julián, de similar constitución física a la suya, gestionaban en la avenida de la Ciudad de Barcelona, el embrión del grupo Villanueva.

Al lado de la gasolinera de Ciudad de Barcelona, otro empresario, Manuel Mateo, explotaba un aparcamiento de coches. Javier y Manuel Mateo acabarían siendo socios en diversos negocios mientras los Villanueva iniciaban su expansión en el sector. Poco a poco, el negocio se fue ampliando: cuatro, cinco, seis gasolineras. Javier tomó las riendas de la expansión familiar. En 1991, el apellido Villanueva estaba relacionado ya con más de 40 estaciones de servicio en Madrid. Y en un tercio de ellas participaba Manuel Mateo.

Javier Villanueva Aranguren, sus hermanos y sus primos carnales (hijos de Julián Villanueva), participaban hasta el año 1991 conjuntamente en cuatro gasolineras. Uno de los Villanueva Díaz, José Luis -abogado y directivo bancario en el Grupo Rumasa primero, y en el BBV después- vendió su parte y las de sus hermanas Marisa y Maite en las cuatro gasolineras a Repsol en 1991. Javier y sus hermanos José Antonio, Ana, Luis y Maribel mantuvieron sus participaciones en las cuatro estaciones, en las que también tenía una parte el amigo de la familia Tomás Recari.

Javier Villanueva ha conseguido una gran fortuna, según fuentes de su entorno. El negocio de la gasolina, complementado con actividades de hostelería en las estaciones de servicio, ha permitido al empresario mantener un altísimo nivel de vida, que incluye una finca en Guadalajara, cercana a Sacedón, de donde proceden las perdices con las que obsequia a sus amigos.

El nieto del humilde agricultor de Saelices que se instaló en el pueblo de Benetússer en Valencia en los años veinte para explotar dos surtidores de la compañía Shell ha alcanzado ya -la cúspide del sector en el que desarrolla su actividad principal. Por lazos sanguíneos, está emparentado también con el empresario Antonio Herrero, cabeza visible del Grupo Herrero, que explota una veintena de gasolineras en la provincia de Málaga y dos estaciones en Madrid.

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