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Mentiras auténticas

El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona analiza en una exposición las figuraciones contemporáneas

Un caballo cuelga del techo del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba). Es un caballo de mentira que al mismo tiempo es auténtico. Lo es en cuanto que se trata de un equino disecado y no lo es del todo porque sus patas están exageradamente alargadas, de forma que en el fondo no responde a ningún modelo real. El artista que lo ha realizado, el italiano Maurizio Cattelan, lo ha titulado Novecento y las referencias críticas de este objeto, ahora artístico porque se exhibe en un museo, van desde el famoso filme de Bertolucci a una conocida instalación de Jannis Kounellis en la que éste utilizaba 12 caballos.

Cattelan lo considera, además, un autorretrato suyo como artista que, igual que el caballo, pende inmóvil y mudo en un espacio artístico. Esta obra forma parte, junto a otras 40 piezas de una veintena de creadores de la exposición Artificial. Figuraciones contemporáneas, que desde hoy y hasta el pyóximo 15 de marzo se presenta en el Macba.

Artificial es una exposición de tesis, realizada por el equipo del museo barcelonés, que pretende analizar la relación entre representación y realidad en el arte contemporáneo a partir de una serie de artistas que utilizan de forma crítica y ambigua objetos o imágenes comunes como soporte principal de sus trabajos. El objetivo de estos creadores no es reproducir de forma ilusionista lo que conocemos como realidad visible ni tampoco pretenden en general utilizar estos objetos o imágenes como metáforas simbólicas, aunque este aspecto puede estar presente en algunas piezas. La mayoría de obras expuestas simplemente son lo que representan, pero el contexto museístico, la intencionalidad del artista, y el entorno social o cultural modifican la percepción que el espectador pueda tener de ellas. La exposición -indica José Lebrero Stals, responsable de exposiciones del Macba- obliga al espectador a preguntarse continuamente "la diferencia entre lo que son las cosas y lo que nos parece que son". La utilización de la fotografía, los objetos cotidianos y una mirada interna hacia la misma evolución de las artes Plásticas en este siglo son otros elementos que Lebrero destaca en la mayoría de las obras. En el catálogo, Lebrero justifica así el criterio de selección: "La elección de estas obras concretas se debe al. hecho de entenderlas más como provocaciones intelectuales que como manifestaciones estéticas".

La exposición se divide en dos grandes apartados, uno dedicado a una revisión histórica de estos temas entre 1965 y 1978, y el otro, mucho más amplio, centrado en la creación actual de finales de los años ochenta y noventa. En la sección histórica conviven, por ejemplo, dos piezas del conocido escultor hiperrealista Douane Hanson -Fotógrafo (1978) y Hombre en un banco (1977-1978), personajes que ya algún vigilante del museo confundió a la hora del cierre con visitantes remolones -con cuadros puramente mecánicos- un texto que explica el tema de la obra escrito sobre fondo neutro de John Baldessari, o con dos de los cuadros grises de Gherhard Richter realizados a partir de una fotografía borrosa de, por ejemplo, una pirámide. Esta parte histórica se completa con trabajos de Malcolm Morley -que reproducía al detalle las imágenes de folletos de agencias de viajes-, Richard Artschwager -quien también se inspiraba en fotografías anónimas para realizar una peculiar versión del tema de -los interiores- y Pino Pascali -artista del que se exhibe una pieza realizada con escobillas domésticas de gran tamaño que. configuran una especie de gusano.

La sección actual incluye, por ejemplo, una serie de fotografías de Thomas Ruff en la que amplía de forma desorbitada los rostros en apariencia inexpresivos de personas jovenes. También el tamaño es primordial en las dos cabezas escultóricas, aparentemente realistas, que presenta Stefan Hablützel. En el caso de Thomas Demand, no es la obra lo que sorprende, sino el hecho de que las fotografías de arquitecturas o espacios que exhibe parecen banales hasta que uno advierte que todos los elementos que aparecen son de cartón. En uno de los dos vídeos de Marie José Burki, el espectador comparte la perplejidad del perro que aparece en imagen mientras una voz en Off va recitando una larga lista de razas caninas.

Este apartado incluye también los trabajos de Allan McCollum, Charles Ray, Andreas Slominski, Bertrand Lavier, Damien Hirtst, Katharina Fritsch, y Félix González Torres.

La exposición finaliza con dos instalaciones audiovisuales. Una, realizada por Mark Lewis en 1996, lleva por título A sense of the end (El sentido del fin) y consta de dos pantallas en las que se pasa de forma simultánea una película que aún utilizando los códigos tradicionales narra sólo finales de historias que no existen, pero que el espectador puede imaginar que pertenecen a un filme al que ha llegado tarde. En la otra instalación, en una de las torres del museo, Jordi Colomer presenta su primer trabajo videográfico en un espacio en el que ha recreado una sala de cine totalmente tapizada de rojo. En el vídeo, complejo, una mujer de pequeña estatura va acumulando compulsivamente diferentes objetos en un continuo ir y venir entre un espacio íntimo y un exterior ocupado por diferentes personajes cargados también con bolsas alusivas al consumo. Colomer ha titulado la pieza Simo, en alusión y contraposición al ascetismo de Simón del desierto en la película dirigida por Luis Buñuel.

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