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"El Papa es musulmán y católico"

El desconocimiento sobre la figura deJuan Pablo II en Cuba no impide que muchos vean en él una esperanza.

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIALEl negro Emiliano atemoriza a los extranjeros en una esquina del centro de La Habana y una vez espantados les ofrece la asistencia espiritual debida como misionero de San Lázaro y servidor del Papa. "Te veo con problemas, mi amigo. El muerto te ve en un hospital". ¿El muerto? "Sí, mi espíritu". El visible desasosiego de este enviado, a quien Emiliano sorprendió buscando una dirección, su disposición al exorcismo para salvar la vida, transformaron en apocalípticas la facundia del misionero y las visiones del difunto, que propuso el conjuro de los caracoles. "¿No será mejor que espere la curación del Pontífice? Es que soy católico", inquirí acentuando la cara de gaznápiro. "No hace falta, soy uno de sus subordinados en Cuba.He aprendido mucho de él". Al rato, observando que el temor a la herejía me alejaba definitivamente de los caracoles, ofreció otro servicio. "Por unos pocos dólares te cuido el coche".

Los treinta años de ateísmo oficial, el repunte católico, los cultos afrocubanos, el sincretismo y las penurias diarias han parido en la isla pícaros como Emiliano, para quien la visita de Juan Pablo II poco significa. Tampoco cuenta mucho para las cuatro jóvenes huidas a toda prisa de un coche con conductor borracho. Abordan, a la carrera, el que, detrás, espera la orden de la luz verde. "El Papa es musulmán o católico", les examino. "Yo creo que musulmán y católico", dice una. ¿Y qué os pareció el mensaje del arzopispo? "Tremenda sortijona que llevaba en el dedo", salta otra. "Yo creo que viaja mucho al extranjero para traer divisas", añade una tercera.

La comparecencia televisiva de monseñor Jaime Ortega confundió a los más porque era un mensaje mayormente para iniciados, de escuadra y cartabón. "¿Quién es ese señor?", preguntaban. La Iglesia cubana tuvo en los años cincuenta hasta 800 sacerdotes y unos tres mil religiosos, números que descendieron hasta los 250 de ahora, insuficientes para lograr el regreso a la práctica de los aproximadamente cinco millones de bautizados, casi el 50% de población. Únicamente 150.000 asisten a misa. La visita de Fidel Castro al Vaticano concluyó con el compromiso de aceptar otros cien curas y monjas.

"Ahora podemos ir a la Iglesia, pero antes eso era candela [peligroso]", dice un camarero. Ajeno a la falta de respeto, consecuencia del ateísmo oficial, agrega: "Con el collar del Papa resolvía mis problemas". Julio, 25 años, es blanco, estudia Historia del Arte Cubano Contemporáneo, y lamenta sus pocos conocimientos religiosos porque a veces no entiende bien el origen de las estampas aparecidas en los libros de textos. "La verdad es que no puedo con eso de que es el hijo de Dios vivo en la tierra. Para mí es inverosímil. Aunque me gusta más la santería tengo mi propio misticismo, como muchos cubanos". Habiendo sido ateos sus abuelos, Julio tampoco abrazó la fe de Cristo. "No creo en eso de los apóstoles, y mi abuela, que era asturiana, nunca me habló de Dios.. ¿El Papa? Ni frío ni calor".En la puerta de la Universidad de La Habana, dos estudiantes de francés, veinteañeras, profesan la fe revolucionaria con reparos. "No somos católicas, pero respetamos al Papa. Igual cambia algo en Cuba para mejor". "Ah, eres periodista. ¿No nos estarás grabando? Es igual, lo que te digo,lo digo delante de Fidel. Nosotras, no, pero hay mucha gente que cree en Dios. Iremos a recibirle porque el Papa es una personalidad. Lo he leído en las revistas. También lo es Fidel, y aunque en el extranjero algunos no le quieren salen a recibirle porque es una personalidad". En una encuesta a salto de mata con cerca de 40 vecinos de la capital cubana, desde La Víbora a Mariano, muy poquitos se confesaron católicos, tampoco el colegial que cuelga del cuello un escapulario de ébano. "Es un regalo"

Las expectativas de la histórica visita del sucesor de Pedro a la variopinta Cuba, la próxima semana, varían entre quienes admiten su indiferencia religiosa, o su militancia santera. Ayudada en el transporte de un bolsón, una matrona de la perla de las Antillas se despide agradecida y apegada a sus ancestros africanos. "La santería me ha dado más pruebas que el catolicismo. Por ejemplo, encontrarle a usted". A juzgar por sus juicios y blasfemias, Katina, que atiende un mostrador área dólar en el residencial barrio de Miramar, no dudaría en enrolarse en el batallón que al poco del triunfo de los comandantes barbudos ensayó la invasión de Cuba por la Bahía de Cochinos.

"A mí lo único que me importa es que el Papa consiga que se nos pague la mitad en pesos y la mitad en dólares. Es para suicidarse que después de estar 12 horas de pie al día, sólo gane siete dólares al cambio. Dependo de mis familiares de Miami, y con lo mal que los traté cuando se fueron...". Alfredo, cerca de los cincuenta, quisiera algún tipo de apertura económica "aunque Fidel no cambia ni con la santería, ni con las ciencias ocultas". "Algunos vecinos míos creen que se soltarán muchos presos. A mí me bastaría si con motivo de la visita del Papa llegaran los pollos o la carne de res a la carnicería".

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