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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Concordia renovada

LAS SEIS horas largas de entrevista entre Aznar y Pujol y las prolijas explicaciones sobre la reunión facilitadas por el propio presidente catalán y su anfitrión escenificaron ayer la solidez del acuerdo que mantienen el PP y CiU. La atención que prestaron ambos políticos a la divagación sobre temas literarios e históricos da una idea de la nula tensión política de la entrevista, a pesar de que se celebra pocas semanas después de hallarse enfrentados en dos votaciones -sobre la enseñanza de las humanidades y sobre la ley del catalán-, y justo después de que el Gobierno anuncie su intención de realizar una reforma del IRPF que había despertado la suspicacia nacionalista.La reunión de ayer aparece así como la plasmación, de un pacto renovado, con voluntad de ir hasta el final de la legislatura y no, como en anteriores ocasiones, hasta la cita con la moneda única en mayo próximo o hasta la negociación de los Presupuestos de 1999. El anuncio formal por Pujol de que tanto su Gobierno como el de Aznar tienen la voluntad de no disolver los parlamentos respectivos antes de la fecha prevista corrobora que el encuentro de ayer es el más importante de los que han celebrado desde los pactos de investidura, precisamente porque proporciona al acuerdo un cierto carácter de pacto de legislatura que no tuvo en el momento de su firma.

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Aznar y Pujol refuerzan el pacto para extenderlo hasta el final de la legislatura

Pujol hizo una valoración positiva de los 18 meses de pacto y expresó su compromiso de mantener el apoyo de CiU al Gobierno, apelando a la necesidad de que la convergencia económica y monetaria no termine con la cita del euro, sino que siga una vez alcanzada la propia moneda única. Hecho destacable es que el apoyo de CiU no aparece. esta vez fruto de una cesta de contrapartidas, tal como nos tiene acostumbrados el presidente catalán, con su política de lucir los dividendos de los pactos políticos. Su explicación, al contrario, quiso transmitir la impresión de que los acuerdos afectan a intereses generales, con específicas referencias al empleo, la reforma del servicio militar, la competitividad o la política exterior. En la explicación sobre estos capítulos Pujol empezó a esbozar lo que se apunta como un programa para seguir gobernando hasta el año 2000.

La ausencia total de menciones a su promesa de presentar para después de Maastricht un nuevo modelo de financiación, todo ello a la espera del pacto fiscal prometido para el 2001, completan todavía más el apoyo casi sin fisuras que hizo patente Pujol en La Moncloa. La explicación sobre los resultados de la reforma que prepara el PP sobre el IRPF denota también un enorme acercamiento entre Pujol y Aznar, a pesar de que en la propia coalición nacionalista siguen existiendo serias reservas sobre los efectos de la reforma en la: recaudación. Pujol zanjó el problema remitiéndose a la Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas (LOFCA) para el caso de que una reducción de tramos y tipos en el IRPF afectara negativamente a la recaudación catalana.

Esto significaría que Cataluña debería obtener una financiación complementaria, fruto de otra negociación específica, a través de la participación en los ingresos del Estado, lo cual, políticamente, sería como dar por obsoleto e insuficiente el actual sistema de financiación. El presidente catalán culminó su escena de identificación con Aznar defendiendo que el proyecto de reducción del IRPF afectará fundamentalmente a las clases medias y permitirá una mejora de la economía mediante el estímulo del consumo.

Tras un fin de año de apariencia borrascosa, Pujol y Aznar ofrecieron ayer una imagen de insuperable concordia: identidad de criterios sobre la valoración del pacto, sobre las perspectivas de futuro y en tomo a los objetivos que han empezado a marcarse hasta el final de la legislatura.

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