"Ahí afuera siempre hay un iceberg que nos amenaza"
, El éxito del estreno de Titanic que llega hoy a las pantallas españolas, ha supuesto algo más que un alivio para sus productores. La película más cara de la historia -30.000 millones de pesetas- ha recaudado en poco más de dos semanas en Estados Unidos 24.000 millones de pesetas, pese a los oscuros presagios que siempre preceden a las superproducciones. La difícil 'unanimidad de criterios entre la crítica y el público se ha conseguido y ya se vaticina su reflejo en los próximos oscars. "Nunca he entendido la mecánica de los oscars, es un misterio para mí. Por lo tanto, cruzo los dedos, pero no pienso demasiado en ello", dijo ayer el derector Jarnes Cameron en Madrid. Pero hablar de dinero no es asunto relevante para quien renunició a su sueldo como guionista y director cuando el presupuesto empezó a írsele de las manos. "Esta película significa mucho para mí", afirma. "Desde el momento en que fui al lugar del naufragio y me di cuenta de las dimensiones de la catástrofe, supe que si quería hacer la película debía asumir un grado de responsabilidad total hacia el suceso, como para que la gente que la viera supiera realmente lo que pasó y lo recordara así".
Los anteriores filmes de Cameron transcurren en el futuro o en un presente dominado por los efectos de la tecnología. Su experiencia en una película histórica, sin embargo, es algo que no le parece demasiado distinto. "Es interesante comprobar que se trata de un proceso muy similar", señala. "En Aliens, por ejemplo, tuve que hacer dibujos y diseños de todo, para después construir un mundo futurista. Creas todo lo que quieres mostrar al público. Hacer Titanic fue parecido. Diseñamos los escenarios y creamos nuestro propio universo, el de 1912, en este buque. La diferencia es que en Titanic teníamos la responsabilidad de ser rieles a la historia y eso es también una limitación. No puedes inventarlo todo".
Cameron, de 43 años, especialista en efectos especiales, antes que director, no ha dejado de usar lo último en tecnología para todos sus filmes. Desde Terminator, hasta Mentiras arriesgadas y Abyss, centran buena parte de su atractivo en el uso que hace este realizador de los efectos especiales. En Titanic, sin embargo, los utiliza con otra actitud, más al servicio del realismo que para usarlos como fuego de artificio. "Una de las cosas que más me interesaron de este proyecto es la de demostrar que los efectos especiales no tienen por qué ser piezas colocadas dentro del filme, sino que pueden formar parte del coro dentro de la película", dice Cameron. "Los actores cantan las arias y los efectos especiales son solo la melodía de fondo".
"Y también quería demostrar que los efectos especiales no solo sirven para crear criaturas de ciencia ficción o naves espaciales, también pueden reproducir ambientes del pasado. Quizá otros directores acostumbrados a rodar dramas humanos empiecen a considerar las virtusdes de estas tecnologías como una herramienta. En cuanto a Titanic, para mi era importante que lo espectacular no sobrepasara la importancia de lo emocional. Por eso pase mucho tiempo con el guión y la reparación de los actores. Quería que las relaciones fueran auténticas y realistas".
El equipo de Titanic pasó cinco años investigando hasta el más mínimo detalle de la poca, desde el mobiliario exacto hasta los modales o el lenguaje que se utilizaba. La recreación del transatlántico es fidedigna, así como las circunstancias del naufragio. Pero la parte emocional es el verdadero factor de peso en el filme. "No se puede entender la muerte de mil quinientas per sonas. Es solo un número", afirma Cameron. "No se puede comprender la dimensión de la tragedia del Titanic, o la de Hiroshima u otro gran desastre.. Sólo podemos medir el dolor' por la pérdida de alguien a quien amamos o conocimos. Sabemos intelectualmente que Rose so brevivió, porque es quien cuenta la historia. Pero no sabemos qué pasa con Jack (Leonardo Di Caprio) hasta el final".
La aproximación de Cameron al desastre del Titanic es de absoluto respeto por la tragedia humana. Una actitud poco frecuente en Hollywood, más proclive a destripar catástrofes con fines efectistas. "Respeto es una palabra muy interesante: Es la que yo usé al describir lo que sentí cuando fui al lugar del naufragio y volví. Le dije a todo el mundo que debíamos respetar el Titanic, que debíamos respetar la historia real y contarla debidamente. Hacer los honores a lo que sintió esa gente".
"Desde el principio quise contar una historia de amor, pero también quería contar al detalle la historia del Titanic, su simbolísmo. Cuando terminé el rodaje le dije al coproductor, John Landau, qué por un lado teniamos material para hacer la mejor película del Titanic que se ha hecho, por otro lado, también podíamos hacer una gran historia de amor. Al final decidí que quería hacer ambas, pero con mayor énfasis en la historia de amor. Pienso que era la forma de acercarse al drama del Titanic y despertar compasión por quienes tuvieron que vivir el hundimiento del barco".
Pero la historia de Titanic tiene, en el fondo, más de fábula moral que simple resorte para la sensibilidad. No es solo una historia de amor, sotiene una actitud vital hacia la independencia y la plena realización personal y contiene también una clara crítica social. "Creo que los mejores filmes funcionan a distintos niveles", dice Cameron. "El más obvio es el nacimiento del amor y el dolor por la pérdida, pero también se reflejan la injusticia social del sistema de clases y la metáfora de nuestra relación con la tecnología, de la que el Titanic es un hermoso símbolo. La gente siempre ha dicho que el Titanic, simboliza el fracaso de la tecnología. Pero yo lo veo como el fracaso del ser humano por controlar la tecnología. Y la arrogancia de querer controlar la naturaleza".
"Fue una época interesante. En 1912 se pensaba que se había controlado el mundo natural, se podían surcar los aires, atravesar el océano a todo lujo, e incluso se pensó que el hombre podía controlar su propia naturaleza. Aunque Freud ya decía entonces: 'No controlamos nada. Reprimimos nuestra sexualidad infantil, pero no controlamos nada'. Muy pocos lo escuchaban". Cameron traza un paralelismo con el momento actual. "En la primera y última década de este siglo se ha dado esta tremenda búsqueda de progreso tecnológico. A principios de siglo se inventaron el cine, la música gravada, la telefonía sin hilos, los motores a vapor. Y ahora sentimos lo mismo hacia lo electrónico, la comunicación y la información. Ponemos nuestra fe en los ordenadores, en Internet y en el chip, sin saber qué iceberg nos amenaza allá afuera".
James Cameron tiene fama de exigente, de perfeccionista, casi de tirano. Es posible que se transforme durante el rodaje, pero lo cierto es que es más un hombre serio y sereno, inteligente, claro y cálido, capaz de hablar de sentimientos y de sus debilidades.
El fin del rodaje, el nuevo hundimiento del Titanic, de su Titanic, tuvo para Cameron un significado especial. "Parte de lo que me sucedió con este filme es que llegué a amar el Titanic, quizá tanto como su propio creador, Thomas Andrews. No como un barco, sino como símbolo de la necesidad humana de crear belleza, tecnología, orden. Las escenas del barco surcando el mar al atardecer me gustan y me conmueven más que las de su hundimiento. Lo que aprendí es que cuando haces historia, como director de cine, te conectas a ese acontecimiento. Te conviertes en una especie de custodio de su memoria".
Babelia
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