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Tiene once letras y empieza por 'f'

Soledad Gallego-Díaz

Ahora, que británicos y alemanes ya no nos marean con informaciones interesadas sobre aplazamientos y exclusiones, y que ni The Economist duda sobre el arranque, y el alcance, de la moneda única, empiezan a plantearse las cosas realmente importantes: ¿hasta qué punto el euro va a obligar a una mayor convergencia de políticas económicas? ¿y de política, a secas? El debate está abierto: unos opinan que será inevitable y otros, que hay que evitarlo.El primer ministro italiano, Romano Prodi, ha sido el único político europeo que ha dicho lo que pensaba abiertamente: el cambio que acarreará el euro y una única política monetaria será tan impresionante que "o se llega a una mayor convergencia, o se derrumba el sistema entero", Y como Prodi es un hombre de naturaleza optimista -y mucha sabiduría sobre la tendencia de los agentes económicos a que se hunda cualquier cosa menos el sistema monetario- se declara convencido de que habrá convergencia de políticas económicas y convergencia política a secas.

La cosa es que nadie explica bien que significa "convergencia". En el capítulo económico, está un poco más claro: igual que los países euros se comprometen a no tener desequilibrios presupuestarios (nadie puede superar el 3% de déficit público), se irá buscando la manera de que la política fiscal sea parecida o que las condiciones de los mercados laborales se asemejen (lo que no quiere decir que se equiparen lo sueldos en Alemania y España, sino que lo hagan los costes sociales del trabajo o las condiciones de despido). La idea es que hay que lograr esa convergencia económica, de forma rápida, porque, si no se terminarían produciendo crisis asimétricas y "la asimetría nos mataría".

La "convergencia" política es otra cosa. Prodi aseguraba que "estén o no maduros" los pueblos para ella se terminará produciendo, porque el euro obligará también a andar ese camino. Parece claro que si hay que coordinar las políticas económicas, se necesitarán también nuevos mecanismos de toma de decisiones, ya que éstas afectarán no a un único país sino a 11 de golpe. ¿Cómo se hará? En ,otros tiempos en lugar de hablar de "convergencia política" se estaría hablando de "federalismo", pero esa palabra es tabú en Europa desde hace muchos años.

Prodi, y es de suponer que otros dirigentes europeos, menos sinceros a la hora de hablar, parecen muy seguros de lo que sucederá, porque creen que es inevitable. El problema es que, se llame como se llame, o el final del proceso se parece mucho a una palabra de 11 letras que empieza por "f" o la famosa convergencia política habrá desembocado en una fórmula antidemocrática.

Para otros políticos todo este razonamiento es perverso. Nada es inevitable. Primero, el euro puede fracasar durante el periodo transitorio 1999-2002 (algo que hace la boca agua a algunos sectores ultraliberales británicos). Segundo, aunque tenga éxito no tiene por qué obligar a mayores grados de integración europea: la moneda única no exíje "armonizar" políticas laborales o fiscales.

En opinión de este sector, quienes claman por una mayor convergencia están simplemente defendiendo sus propios intereses: son países con poca disciplina que reclaman árnica antes incluso de sufrir la crisis asimétrica. La palabra de 11 letras debe seguir siendo tabú, porque no hay ningún proceso en marcha: la moneda única no abre ningún camino que haya que seguir irremediablemente.

El trienio 1999-2002 dará o quitará la razón a unos y otros. Si el análisis de Prodi es correcto, la actual asimetría puede matar al euro y su única medicina será convergencia, con "f" o sin ella. Sus oponentes advierten que el problema es el contrario: el euro vivirá sano y fuerte y serán los países "asimétricos" los que se pueden morir. Todo antes que abrir la puerta al tabú.

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