Economía creciente
La economía tiene el viento a favor. Apoyada en un ciclo económico alcista, España conseguirá integrarse en la unión monetaria con unas cifras macroeconómicas espectaculares. La inflación estará probablemente por debajo del 2,2%, el déficit presupuestario cerrará por debajo del 2,9% del PIB y los tipos de interés han bajado durante el año 1,5 puntos, hasta situarse en el 4,75%. Las familias españolas, beneficiadas por la rebaja de sus cargas financieras, han recuperado niveles elevados de consumo. España no sólo estará en la privilegiada área del euro, sino que ha recuperado una vitalidad exportadora que augura una mejora en la competitividad.Frente a tan brillantes fundamentos, el país mantiene una peculiaridad intranquilizadora: su elevado desempleo estructural. Pese a la reactivación económica de 1997, el aumento de los beneficios empresariales y una reforma laboral pactada por empresas y sindicatos (que ha elevado la estabilidad del mercado laboral), la tasa de paro se resiste a bajar del 20%. El desempleo sigue siendo la asignatura principal de 1998; está por ver si el Gobierno, con su anunciado Plan Nacional de Empleo -en compensación al fiasco que supuso descolgarse de los acuerdos de la Cumbre de Luxemburgo-, consigue estimular la creación de puestos de trabajo.
Paradójicamente, esta excelente posición ha ido acompañada de un declive de las posiciones españolas en la UE, donde Aznar no ha sido capaz de hacer olvidar el europeísmo activo de Felipe González. Este declive, extensible a otras áreas de la política exterior, tiene su reflejo más absurdo en las relaciones con Cuba, donde todavía no hay embajador acreditado.
La acción del Gobierno en 1997 habría estado marcada por el optimismo económico si su ineficacia política y sus abusos en las formas de gobernar no hubieran enturbiado la vida de los ciudadanos.
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