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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Magnífico, febril cine navajero

Todas las películas que, hasta esta Keep Cool, ha dirigido Zhang Yimou cuentan historias -unas veces (Sorgo rojo, La linterna roja, ¡Vivir! Una campesina) melodramáticas en sentido noble y otras (Semilla de crisantemo, La joya de Shangai) de corte trágico- siempre situadas en un pasado cercano que, como esos espejos tallados que devuelven las imágenes multiplicadas, habla con destellos indirectos y metafóricos del presente, de lo que ahora está ocurriendo en China.Desde sus delicados, hermosos y refinados observatorios poéticos, Zhang Yimou lleva una década orientando nuestra mirada hacia lo que se cuece en las aceras de las ciudades, dentro de aldeas a la intemperie, detrás de las fachadas de las casas y por debajo de las acicaladas oficinas de los burócratas, en las cloacas donde confluyen en China las pestilencias del choque entre lo viejo y lo nuevo, que hoy remueve y enturbia las aguas, tanto tiempo empantanadas, del enorme país.

Keep Cool (Mantén la calma)

Dirección: Zhang Yimou. Guión: Shu Ping, basado en su propia novela. Fotografía: Lu Yue. Música: Zhang Tianshuo. Decoración: Cao Jiuping. Montaje: Du Yuan. Vestuario: Tong Huamiao. Sonido: Tao Jing. China, 1997. Intérpretes: Jian Wen, Li Baotian, Qu Ying, Ge You, Zhang Yimou. Estreno en Madrid: cine Alphaville (V. O. subtitulada)

De ahí proceden los continuos y en ocasiones virulentos conflictos del cineasta con los obtusos censores del estalinismo residual, que aprobaron la filmación de sus guiones cuando los leyeron en manuscrito y, luego, al verlos filmados en pantalla, no sólo no los reconocen sino que les parecen otros, y sacan el lápiz rojo, la tijera o la llave, para tacharlos, mutilarlos o encerrarlos. Por suerte para el cine, todas estas películas fueron seleccionadas por festivales internacionales, atravesaron inéditas las fronteras chinas y luego alcanzaron en todo el mundo lluvias de aclamaciones y de premios, lo que las puso a salvo de la quema del archivo a que habrían ido a parar si se hubieran quedado dentro del cerco del consumo interior chino.

Pero esta vez el cineasta ha puesto pie en el presente, ha cogido el toro por los cuernos, dejó atrás la argucia resistencial de la parábola y se sumergió cámara en mano, con cuatro extraordinarios intérpretes, en la riada humana de las calles de Pekín. Lo que buscaba ahí está, e incendia las pantallas de todo el mundo salvo las de su país, donde la película ha sido proscrita. Y nos metemos nada menos que en el interior de las mutaciones -en las imágenes de Keep Cool espasmódicas- que experimentan hoy, ocultas en el hormigueo de la vida cotidiana de China, las mentalidades y los comportamientos de las pobres gentes de a pie, que conviven en una especie de franja social sin leyes, a mitad de camino entre el viejo salvajismo del estalinismo y el nuevo salvajismo del juego -no hace falta decir que juego sucio- de un mercado libre embrionario, capitalismo de esquina.

Esa es la vasta materia de esta pequeña pero explosiva, durísima averiguación de Zhang Yimou. La película está ideada y desarrollada en forma de ficción, pero ha sido filmada -cámara en perpetuo movimiento, largas secuencias en frenético vaivén a pie de acera o en el interior de los tugurios donde se compra y se vende todo lo vendible, vida y alma incluidas- con las exactas pinceladas de un aire libre de gran, poderoso, magistral documento. El resultado es una obra fogosa, libérrima y trepidante, pero aterradora, o cuando menos inconfortable a causa de la (mareante) sensación de verdad que transmite su sucesión de imágenes velocísimas, abruptas y duras de seguir, pero apasionantes e incluso indispensables, para conocer lo que le está ocurriendo por dentro a esa casi cuarta parte de la población del mundo que ha sido embarcada en una incalculable aventura de transformación colectiva que (se masca) puede cambiar en pocos años el rumbo del planeta.

Es la primera vez que Zhang Yimou no tiene frente a la cámara el sosiego o el freno de la hermosura y las peculiaridades expresivas (que piden tomas largas, serenas y quietas) de su ex mujer, Gong Li, que se le ha fugado a la cama de un colega, lo que ha debido desatar su furia para que este su keep Cool, su llamada a mantener la cabeza fría, se ruede con la mirada ardiendo, en un ejercicio de imágenes con alta fiebre, que luego, en el baño de agua fría del montaje, domestica su maestría en la articulación de ritmos, lo que le sitúa entre los más refinados virtuosos del cine actual.

Y esto hace de Keep Cool una película magnífica, poderosa y rara, que enuncia un brusco y violento giro de estilo en la obra de un cineasta superdotado y tan dueño de sí mismo que es capaz de poner del revés, como si fuera un saco, el delicado sentido de lo indirecto que le condujo a la celebridad mundial e ir de pronto al grano con desalmado prosaismo, despojado de poesía protectora, a cuerpo limpio, con puro cine navajero.

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