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Fujimori tiene que elegir entre destituir al jefe del Ejército o ceder ante los militares

Al presidente de Perú, Alberto Fujimori, le puede costar muy caro el haber minimizado el papel que le tocó desempeñar al comandante general del Ejército, general Nicolás de Bari Hermoza, en el rescate de los rehenes que permanecieron 126 días en la residencia del embajador de Japón en Lima secuestrados por un comando del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA). La alianza pactada entre ambos en 1992 parece rota hoy.

Este alto precio podría ser el de continuar gobernando con un jefe del Ejército al que ya no desea en ese puesto. Ya ha quedado atrás la luna de miel entre Hermoza y Fujimori depués de su matrimonio político del 5 de abril de 1992. La alianza entre ambos ha sido estable durante toda la etapa de lucha contra la guerrilla de Sendero Luminoso, pero ha entrado en crisis en 1997, a consecuencia de varias demostraciones de poder por parte de los militares que han desdibujado gravemente la autoridad presidencial.También Hermoza puede pagar cara la exhibición de poder de hace tres días que consistió en organizar a espaldas de Fujimori una demostración política de apoyo a su gestión por parte de los comandantes de las regiones militares. El presidente puede ordenar su pase a la reserva, pero debe conseguir el suficiente respaldo para hacerlo.

Aunque la crisis entre el Ejecutivo y la cúpula militar ha menguado tras el acatamiento de la orden presidencial de que los mandos militares retornen a sus bases, queda aún por definirse si el general Hermoza permanecerá al frente del Ejército. En los mandos castrenses allegados a Hermoza ha sentado muy mal la frase -medio en broma, medio en serio- dicha por Fujimori en el sentido de que su hijo Kenyi tuvo más méritos tácticos que, Hermoza en la Operación Chavín de Huántar, que finalizó con el rescate de los rehenes de la residencia del embajador japonés en Lima. "La jerarquía en el Ejército no se discute y lo que nos ha caído mal es que el presidente Fujimori haya declarado que sólo dos coroneles estaban al tanto del operativo. Y lo de su hijo, ni vale la pena comentarlo. Esto dejó malparado a nuestro comandante y no lo podíamos permitir", dijo una fuente militar a EL PAÍS.

El problema al que se enfrenta ahora Fujimori es que si no destituye a Hermoza, tras la ceremonia de "desagravio" que promovió, el poder civil en el país quedará seriamente dañado. El mandatario se juega, así, la tan ansiada reelección en las elecciones generales del 2000.

Fujimori declaró ayer que "mientras no haya una resolución en contra" tanto Hermoza como los demás generales seguirán en sus cargos y aseguró que no ha habido ningún enfrentamiento porque "no puede haberlo" ya que "la jerarquía empieza en el presidente de la República y de ahí viene todo el mando en las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional".

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