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Manuel Rivas presenta 'El pueblo de la noche', en libro y en CD Rom

El escritor Manuel Rivas (La Coruña, 1957) hizo una visita relámpago a Barcelona el pasado jueves para presentar la versión en castellano de su antología poética, El pueblo de la noche (Alfaguara), que recoge, en libro y en CD Rom, lo más destacado de sus versos desde la publicación, en 1980, del primer poemario, Libro do entroido, hasta el último por ahora, Costa da morte blues, de 1995.

La presentación de Rivas en el café literario Salammbó, abarrotado de público, parecía un poco celebrarse en algún local londinense o neoyorquino. Rivas ha ido recitando sus poemas en público a lo largo de todos estos años, en recitales celebrados en tabernas y colegios, puliéndolos y depurándolos hasta alcanzar su forma definitiva. Acompañado del guitarrista César C. Morán, y blandiendo una rama de tojo en la mano a modo de bandera, el novelista de Un millón de vacas (1990, Premio de la Crítica) y de Qué me quieres, amor (Premio Nacional de Literatura, 1996) tarareaba por lo bajo y balanceaba el cuerpo sobre los pies hasta arrancarse a declamar, como un rapsoda buscando el trance y el ritmo.Un espectáculo sin vacilaciones evidentemente pulido en mil escenarios previos, que requería y encontró la complicidad del público, el cual entendía o adivinaba el idioma gallego y celebraba los rasgos de humor de algunos versos. Rivas se lo metió en el bolsillo antes de empezar contando algunas divertidas anécdotas de su tierra sobre contrabandistas y caciques que "consideran la cultura como el barniz dorado de los negocios, y "la poesía como el más bonito celofán".

La poesía, afirmó el escritor, es exactamente lo contrario. "La poesía es situarse en la escalera de incendios de la vida". Para abundar en esta tesis recordó la anécdota de Juan Rulfo cuando le preguntaron qué sentía después de haber escrito Pedro Páramo, el relato fundador del realismo mágico; y Rulfo, tras pensárselo un momento, respondió: "Remordimientos".

A continuación, Rivas trazó un paralelismo entre la vida del poeta y la del labrador: "Mientras que el ingeniero siempre será un ingeniero, aunque no ingenie nada, el escritor, como el labrador, es un superviviente", afirmó. "El escritor y el labrador comparten determinados secretos como el silencio de la tierra, el papel en blanco. Y ambos, son amigos del carpintero".

Luego empezó el recital propiamente dicho, bajo la advocación de Castelao y del verso de Rimbaud que exclama: "Hambre, sed, gritos, baile, baile, baile, baile". El recital consta de una docena de poemas en que a lo largo de una hora se alternan las temáticas rurales y costumbristas -escenas de lluvia, un viaje en autobús por carreteras secundarias- con recuerdos de la historia cercana -El pan negro sobre el hambre en la década de los cuarenta- y reflexiones también sobre temas de la actualidad.

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