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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Disuasión en Bosnia

LA PRESENCIA de los soldados de la OTAN -y en particular de Estados Unidos- es indispensable, hoy por hoy, para que el proceso de paz siga avanzando en Bosnia. El acuerdo para mantener esta presencia -aunque sea con nuevas formas o nombres y con un mayor contingente europeo, como reclama Washington- responde a un análisis realista. No hay que olvidar que se trata de una decisión muy costosa. Cualquier otra alternativa -incluida, desde luego, la partición- sería peor.La actual Fuerza de Estabilización (Sfor) tiene un mandato que expira el próximo 30 de junio. Cuando esto suceda, será reemplazada por otra que ya ha sido bautizada como de Disuasión (Dfor), según la opción que más posibilidades tiene de prosperar entre las cuatro sometidas a discusión en la OTAN. Éste es el mensaje clave que ha salido de la reunión ministerial de otoño que ha mantenido en Bruselas el Consejo de la OTAN y que el presidente estadounidense, Bill Clinton, debería anunciar la próxima semana cuando visite Bosnia.

Ahora bien, la Sfor desempeña crecientemente labores que son más de policía que de fuerza militar, aunque éstas son esenciales para disuadir ataques contra la fuerza internacional de una u otra parte, y apoyar la labor de la desarmada policía internacional bajo mando de la ONU. El llamamiento de la secretaria de Estado de EE UU, Madeleine Albright, para que los países que cuentan con fuerzas a medio camino entre la policía y el Ejército -la Guardia Civil en España, la gendarmería en Francia o los carabineros en Italia- envíen a Bosnia unidades de este tipo es una idea sensata, aunque esté formulada para permitir que se retiren parte de los efectivos militares estadounidenses.

Los avances en esta dirección coinciden además con los mayores poderes que la conferencia semestral sobre Bosnia otorgó al alto representante internacional, Carlos Westendorp, para imponer la colaboración entre las partes, aunque se resistan a ella. Podría darse la paradoja de que la paz y la democracia se impongan por la fuerza; pero es el camino marcado.

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Aún es pronto para saber si el proceso iniciado hace ahora justamente dos años con la firma en París de los acuerdos de Dayton, desembocará en una paz duradera o se trata simplemente de una tregua encubierta. Pero algo se está avanzando. Se han celebrado cuatro procesos electorales que, pese a todas sus carencias, pueden ir creando paulatinamente una cultura de elecciones Y de cooperación. Hablar de reconciliación es algo que queda aún muy lejos.

El proceso de paz sigue teniendo, sin embargo, una carencia muy significativa y perturbadora: las escasas detenciones de criminales de guerra que se están produciendo para conducirlos ante el Tribunal Internacional Penal (TIP) de La Haya. La situación ha llevado incluso a un duro enfrentamiento entre la diplomacia francesa y la fiscal del TIP, Louise Harbour, quien considera que los criminales de guerra se sienten seguros en la zona bosnia controlada por las fuerzas francesas. La apreciación de la fiscal es correcta, a pesar del firme compromiso del primer ministro francés, Lionel Jospin, de que no quede "impune" ningún genocida. Pero tampoco es toda la verdad, puesto que estos criminales parecen sentirse seguros en gran parte de Bosnia. Esta falta de firmeza mina gravemente la credibilidad del proceso de paz.

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