_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El control del tabaquismo: una política de Estado

El problema del control del tabaquismo se está convirtiendo en cuestión de Estado cada vez en más países. En efecto, si los costes sociales y sanitarios del tabaquismo son extraordinarios, su carácter adictivo hace difícil dejar de fumar a muchas personas que quieren hacerlo. Nuestras sociedades, en las que la libertad personal es un valor fundamental, van a prohibir o al menos a limitar muy seriamente la promoción del tabaco. La experiencia acumulada muestra que esta medida permite combinar la búsqueda del bien común -proteger a los niños y ayudar a los adolescentes a no fumar- con el respeto a los estilos de vida socialmente aceptados.Un informe reciente muestra los beneficios sociales a largo plazo de la prohibición de la publicidad del tabaco en cuatro países. Noruega, Finlandia, Nueva Zelanda y Francia adoptaron esta decisión sucesivamente en 1975, 1978, 1990 y en 1993. Esto significa que en estos países los niños no crecen rodeados de mensajes que asocian el tabaco con jóvenes atractivos, con el éxito deportivo o sexual, y con la diversión (como aún crecen aquí). También significa que en estos países los adultos fumadores con ganas de dejarlo han de afrontar algo menos de presión externa al romper con su propia adicción. Al principio parecía que no iba a pasar nada. Al fin y al cabo, el tabaco seguía presente, y asequible: un tercio de los adultos lo consumía en estos países. Sin embargo, al cabo de pocos años se manifestó en todos ellos un declive claro en el número de fumadores, que experimentó descensos que oscilaron entre el 14% y el 37%.

En tres de los cuatro países, los jóvenes disminuyeron su consumo de tabaco, mientras que en el cuarto se mantuvo estable. Este proceso se mantiene, y se acentúa con el tiempo en Noruega y Finlandia, que adoptaron antes esta política. Hoy, en estos países, fuma poca gente joven. Que a medida que se hace mayor sigue sin fumar (los adultos raramente se apuntan a algo nocivo el inicio del tabaquismo se concreta en los 16 años). Por tanto, estos países van camino de reducir claramente su consumo de tabaco, y después reducirán sus cánceres de pulmón, de vejiga y de faringe, sus enfisemas y bronquitis, sus infartos de miocardio... ¡sin que le cueste nada a los presupuestos públicos! Ahorro de enfermedades, de bajas laborales, de tratamientos, de pensiones por invalidez. Ahorro social y ganancia en salud. Hay que recordar que en España se ha calculado recientemente que el tabaco causa 600.000 muertes en 15 años.

Pronto, la cuestión será si algún país puede permitirse no adoptar estas acciones para el bien común. Claro que la industria tabaquera, que conoce perfectamente el impacto de la publicidad en los menores, oscurece el debate hablando de otras cosas. Pero la cosa está clara para cada vez más gobiernos, de cualquier color político. Por ello, como ha puesto de manifiesto la reunión de ministros de Sanidad de la Unión Europea, el control del tabaquismo está pasando a ser un tema de política de Estado. El Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo trabaja activamente por ayudar a las administraciones públicas a impulsar una política de esta naturaleza en España.

Víctor L. García-Aranda y Joan Ramón Villalbí son presidente y vicepresidente, respectivamente, del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_