La caída de Klaus
LA CAÍDA del Gobierno de Vaclav Klaus -por un escándalo de financiación ilegal de su partido, el Demócrata Ciudadano (ODS)- confirma una grave crisis en la República Checa que ya se venía perfilando desde meses atrás. Comenzó con el desmoronamiento de la credibilidad financiera y la consiguiente quiebra de varios bancos, se agravó con el hundimiento de la corona checa y ahora culmina en una crisis de Gobierno a causa de las citadas irregularidades. El jefe de Estado, Vaclav Havel, ha impedido toda opción política que no fuera la dimisión irrevocable del primer ministro. El propio Klaus ha reconocido que la suya es una "dimisión impuesta".Con su carácter autocrático y arrogante, Klaus ha dirigido desde un principio las reformas más radicales hacia el capitalismo total que se han producido en la Europa poscomunista. En su día fue celebrado como sumo pontífice del neoliberalismo de nuestro tiempo por los éxitos de una privatización vertiginosa e implacable. Hoy ya está claro que aquellos supuestos logros tenían los pies de barro. La derrota de Klaus es un paso más en la profunda revisión de los fundamentalismos neoliberales, tan en boga en pasados años, que se estáproduciendo en Europa en los últimos tiempos. Con la caída de Klaus parece tocar a su fin el sueño de la Escuela de Chicago en Centroeuropa.
Los orígenes de esta crisis no están sólo en las dificultades de solvencia y la crisis general de credibilidad de la política de Klaus, sino también en la evidencia de que aquella política de privatización permitió masivos abusos e irregularidades. Su forma de gobernar y su desprecio a los interlocutores sociales tenían, inevitablemente, que acabar produciendo perversiones políticas. Al saberse que su partido se ha beneficiado directamente de estas prácticas, Klaus ha tenido que hacer las maletas y dejar el Ejecutivo.
Klaus se sintió siempre seguro y arropado. Incluso después de perder la mayoría el pasado año y tener que gobernar con una coalición minoritaria, no toleraba crítica alguna. Ahora le llega la factura. Ya no tiene amigos ni en su partido. Este decidirá su nuevo liderazgo en un próximo congreso extraordinario, que, previsiblemente, abrirá la puerta a una nueva generación política. En ella destaca Iván Piplip, de 34 años, ministro de Economía que llevó a cabo las reformas para hacer frente laprimavera pasada a la crisis de confianza en la monedapor la que atravesó la República Checa.
El jefe de Gobierno saliente presumió siempre de que únicamente le importaba la marcha de la economía, y que la población, los individuos, debían adaptarse a ésta para poder beneficiarse de su mejora. Ese es el dogma ultraliberal: quienes no lo hacían no eran para él víctimas, sino responsables de su propia desgracia.
Ahora se comprueba que la falta de escrúpulos hacia el sufrimiento de los menos favorecidos ha acarreado en Klaus, líder otrora indiscutido, la misma escasez de escrúpulos para con la propia integridad. Havel, aunque enfermo, sigue siendo la conciencia moral de la nación checa. Tenía que frenar a Klaus. Y lo ha hecho.
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