Iconografía rock
Para Loquillo, ésta debió de ser una inolvidable noche; sin haberse despeinado durante más de una década, el catalán presentó un nuevo trabajo repleto de viejas y usadas canciones, llenando la sala de un público que conocía, desde la primera a la última estrofa, la primera y la última- palabra. No hubo vuelta de hoja, ningún intento vacuo por actualizar el rock castizo que se nutre de los fantasmas de las eternas generaciones de rockers y que llena, casi en soledad, esta parcela de música. Su ritmo veloz, continuo, bien dirigido, volvió a enloquecer a su público.Si Loquillo y sus Trogloditas viven en soledad el clasicismo de su música, ésta fue la noche para recuperar a sus antiguos compañeros de fe. El repaso fue largo y exhaustivo, tres horas de concierto en el que se esperaba a músicos que también en los ochenta dejaron sus mejores canciones: Aurelio Morata, que fue el cantante de Aurelio y los Vagabundos; Gabriel Sopeña, el eterno compañero compositor de Loquillo; Carlos Segarra y Dani Nello, cabezas visibles de Los Rebeldes; Jaime Urrutia, de Gabinete Caligari; Ramoncín, haciendo música, y Johnny Cifuentes, de Burning, con el que Loquillo rindió homenaje al fallecido Pepe Risi: "El Keith Richards español".
Loquillo y los Trogloditas
Loquillo (voz), Ricard Puig Domenech (guitarra), Josep Simón (bajo), Javier VIllavechia (saxo), Sergio Fecé (teclados), Javier Nuri (guitarra), Jordi Vila (batería). Sala Macumba. Entradas: 1.800 pesetas. Madrid, 21 de noviembre.
Loquillo, de riguroso negro y blanco, primero con cazadora de cuero y cremalleras, luego con traje sin corbata, desplegó toda una presencia que sabe llenar el escenario y hacer que tres horas de concierto no tuvieran ni un solo bajón de intensidad y ni tan siquiera un espectador indiferente.
Babelia
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