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Retorno a Ganga

¿Y eso? Se lo voy a explicar. (Toses varias). ¿Se acuerdan de Evelyn Waugh, la del concienzudo empujón a Charles Ryder para que éste regresara a Brideshead a soñar con lo suyo en voz alta? Acuérdense, a lo menos, de Gil y Gil, al borde, si estuviera, de matizar y no de interrumpir: "Como empieces con esas preguntitas, chaval, me da a mí que enseguida, y con mucha razón, el personal se nos pone a roncar". Y, antes que el otro pueda alegar al..., que ni pensaba, él de nuevo está ahí, tan tranquilizador, en sumo patriarca de la línea clara de playa: "Venga, hombre, que yo te ayudo. Lo que tienes que hacer es empezar por la génesis del principio... ",Y, entonces, de cabeza -¡lo que será el instinto de supervivencia!-, ya le digo y les digo lo que me pasa.Que a mí también me pasa lo que a Ryder. Que, por determinadas circunstancias, por raras cosas y por ciertas personas, resulta que ahora tengo que regresar. En mi caso, a Ganga, esté Barajas como esté. ¿Me siguen? Pues, en premio, responderé a lo obvio, que es siempre lo que acaba de anunciarse cuando termina la publicidad. Si les parece, hagamos un repaso.

¿Qué circunstancias? Las reflejadas en la frase que sale de los labios efusivos de una amiga hacia mí, que asiento en cuanto oigo que mañana puede llover: "Di que sí, ¡lárgate otra vez! Así no volverá nadie a decirte que, si no quieres ver, el vídeo S" ¿Y qué, cosas? Las que nos pasan sin salir de aquí. Por ejemplo, ver de pronto ilustrado mí artículo del otro viernes, reflejo del primer viaje a Ganga, con un retrato de Clarín. Una vez repuesto del gusto, sé que todavía, queda por preguntar: ¿y qué personas? Las nueve que me escriben, con frenesí que yo desconocía hasta este instante, deseosas de saber más y más del puerto tropical inmortalizado por el cubano Emilio Bobadilla (Cárdenas, 1882-Biarritz, 1921) en su novela A fuego lento (1903), aupada con ahínco por nuestros antepasados lectores al primer puesto de las listas de éxito.

En fin, mientras preparo la maleta y el bulto de mano, pongo en el tocadisco solariego ("tendría que cambiarle la aguja") aquella célebre canción con la que Almodóvar & Mc Namara abrían los 80: Gran Ganga. El estribillo, por más que pegadizo, descoloca un montón: "Gran Ganga, Gran Ganga, / soy de Teherán". No importa. Uno se sobrepone a los orígenes y se adhiere a los coros celestiales: "Gran Ganga, Gran Ganga, /él es de Teherán. /Calamares por aquí, boquerones por allá". Lo que en Ganga se daban eran unos caimanes portentosos. Contemplándolos desde la barra de un barco, si, bien algo escamado por oscuros principios, un viajero pregunta en la novela: "¿Y son voraces?" A lo que responde el capitán: "¡Comen hasta las piedras! En eso se parecen a nuestros políticos". ¡Qué fauna! ¡Qué chorradas!

Lo decíamos la semana pasada, provocando, de, carambola mayestática, la milagrosa ilustración del artículo: al principio, Bobadilla y Clarín, por orden alfabético, se profesaban mutua y bella admiración. Pero el cubano, y así vamos al grano de café, bocón aquí y allá, fue marcando entre ellos las distancias con tinta venenosa y sin olvido. A todo esto, el prudente Azorín (con derecho a cursivas, como Clarin), metido de puntillas a comparar, concluyó por escrito que Bobadilla, por venir de fuera, "estaba más libre de toda solidaridad sentimental" y, en consecuencia, "había podido ser más sincero", sirviendo así de látigo y freno a "la enorme incoherencia, la formidable falta de lógica, la terrible superficialidad de la literatura producida por sus contemporáneos".

Total, que, entre unas cosas y otras, un día viaja el autor de La Regenta, desde Oviedo a Madrid para batirse en duelo con el cubano lenguaraz. Y llegaba tan pancho, como hoy puede un murciano irse a Bilbao a ver el Guggenheim, incluso consolando a sus amigos: "Tranquilos, que esto es cosa de coser y cantar".

El 21 de mayo de 1892, cuando en Cuba querían perdernos ya de vista, los dos escritores abandonan las plumas por las armas y comparecen frente a frente, mano a mano, en el campo de honor. Bobadilla, también en este campo, fue feroz. En odioso pispás, dejó al pobre Clarín para el arrastre, sangrando por la boca y por un brazo. Se suspendió el combate. Pero el incorregible Bobadilla siguió, larga que larga por allí: "El pronóstico de mi rival se ha cumplido: a él tienen que coserlo mientras yo canto". Y se puso a cantar una habanera.

En mi cuarto resuenan, de nuevo, los coros de otra época, al tiempo que ya cierro la maleta y renuncio al bulto de mano para hacer más liviano el vuelo: "Gran Ganga, Gran Granga, /él es de Teherán. /Calamares por aquí, /boquerones por allá. Lo demás, como solía decir Bobadilla, ¡literatura o cagarrutas de chivo!

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