Homenaje y estreno

Continuó el ciclo dedicado a Schubert por el Festival de Otoño con las actuaciones del excelente dúo pianístico y el Viaje de invierno, por Marina Pardo y Kennedy Moretti y presentó el Liceo de Cámara al cuarteto Shostakovich con el pianista Luganski.Pero en Madrid siguió primando la actividad orquestal con la Sinfónica de Arbós dirigida por Weise, la ONE, con Plassón, para rendir homenaje al Orfeón Donostiarra que cantó el Réquiem de Verdi en coincidencia con la presentación de Peter Grimes en el Teatro Real; la Sinfónica de RTVE y García Asensio hicieron escuchar Iridiscencias sinfónicas, de Amando Blanquer y, en fin, la formación de Tenerife, con su titular Víctor Pablo, rindió homenaje al doctor Severo Ochoa.

El alcoyano Blaníquer (1935) escribió en 1985 sus Iridiscencias para celebrar el centenario de los concursos de bandas de Valencia y desde el primer momento pensó en la convertibilidad de su obra que pasa con facilidad de la banda a la orquesta. Con oficio dominador, conducción fácil y directa, instrumentación viva y variada, el maestro alicantino se basa en odres viejos para sus vinos nuevos sin renunciar a un aire comunicativo y popularista. Hoquetus, Intermezzo y Ricercare se suceden en equilibrio bien calculado a lo largo del tríptico que fue recibido con largos aplausos y dirigido con todo acierto por el maestro García Asensio.

Severo Ochoa

Las universidades Politécnica y Complutense, la Comunidad de Madrid y el Ministerio de Cultura se unieron para recordar la figura de Severo Ochoa en el cuarto aniversario de su muerte. La Sinfónica de Tenerife con Víctor Pablo ofreció versiones precisas, transparentes y muy expresivas de Brahms y Sibelius.Para el Concierto en re menor, de Brahins, contamos con el pianista Grigory Sokholov (Leningrado 1950), premio Chaikovski a los 16 años y seguidor de las mejores tradiciones de la escuela pianística rusa. Dueño de una técnica de esplendoroso virtuosismo Sokholov la pone al servicio de ideas musicales nobles, comunicativas, ricamente coloreadas y voluntarioso afán de cantar. Víctor Pablo colaboró en pie de igualdad con el solista y el resultado fue un éxito clamoroso de esta música en la que no cesamos de descubrir rincones de extraordinaria belleza.

Luego, la Sinfonía en re mayor, segunda del ciclo de Sibelius, muerto hace 40 años. Todo cuanto comenta Álvaro Guibert en su nota de programa lo suscribiría aunque restándole, quizá, alguna porción de valores positivos. Sin embargo, está muy bien vista la continuidad/discontinuidad en la personal manera de entender el desarrollo de la forma, la evidente fragmentación, la sucesión de divagaciones, incisos y demás procedimientos aparentemente contradictorios pero capaces de aportar innovaciones al orden temporal de la forma sinfónica.

Víctor Pablo entendió la obra con gran fidelidad, evidenció sus méritos y suavezó sus vanos. Los profesores de la orquesta de Tenerife siguen al maestro con empeño, presteza y atención identificativa. La noche se cerró con el canto del Gaudeamus igitur en el que se unieron a la orquesta el coro de la Universidad Politécnica que cuida José de Felipe.-