Una mujer muere de un infarto tras una falsa alarma, sobre la rotura de una presa

La tragedia se agranda en Badajoz. Pero esta vez no por una causa real, sino por una falsa alarma difundida, al parecer, por dos desalmados que, a bordo de una furgoneta roja y megáfono en mano, recorrieron a última hora del viernes el atribulado barrio Cerro de Reyes advirtiendo que la presa de Montijo amenazaba con venirse abajo de un momento a otro. El pánico y la histeria se desbordaron. Catorce personas tuvieron que ser asistidas por crisis de ansiedad y cinco de ellas fueron hospitalizadas con problemas cardiacos. Una de ellas, Feliciana Palacios, de 44 años, acabó falleciendo al sufrir un infarto agudo de miocardio.

Decenas de vecinos de Cerro de Reyes, la barriada más castigada por el temporal del pasado jueves, volvieron a lanzarse a la calle. En sus rostros se reflejaba el pavor. Carreras sin sentido, gritos, empujones, coches circulando de forma alocada... Todos querían escapar de lo que imaginaban una nueva trampa mortal.Carmen Montiel, responsable del equipo de psicólogos de la residencia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, institución que alberga a más de dos centenares de damnificados, narró así lo sucedido ante los micrófonos de Radio Nacional: "Eran aproximadamente las ocho de la tarde. Estábamos realizando el seguimiento domiciliario de intervención psicológica. De pronto, vimos correr a la gente por la calle. Se estaba produciendo un ataque de pánico generalizado".

Toda la jornada se había dedicado a las labores de desescombro y limpieza. Al anochecer, los más de 1.000 voluntarios que participan en ellas se retiraron a descansar y únicamente quedaron allí los residentes. "De pronto", relató Montiel, "se dio la desbandada. Unos iban hacia un lado. Otros, en dirección contraria. Todos, muy nerviosos, se metían precipitadamente en los vehículos. Los niños lloraban. Las calles se colapsaron. Era algo impresionante".

A partir de ese instante, todos los servicios de orden, los psicólogos y los colaboradores dedicaron sus esfuerzos a intentar tranquilizar a la población. Al parecer, dos desalmados, quizá intentando dejar el campo libre para el pillaje, habían recorrido el área en una furgoneta roja advirtiendo, megáfono en mano, que la presa de Montijo estaba pronta a ceder ante la presión de las aguas. Catorce personas sufrieron crisis de ansiedad que en cinco de ellas derivaron en problemas cardiacos, por lo que hubieron de ser hospitalizadas. Una, Feliciana Palacios, de 44 años de edad, terminó sufriendo un infarto agudo de miocardio y falleció.

Pero lo cierto es que el falso rumor también llegó algunos kilómetros más allá, a Olivenza. Muchos de sus habitantes se echaron al monte. El propio alcalde, Ramón Rocha, declaró ayer a la Cadena SER que él personalmente tuvo que ir a buscarlos y tranquilizarlos para que volvieran a sus casas.

Al cierre de esta edición, mientras tanto, continuaban sin ser halladas las cuatro personas desaparecidas: José Méndez, de 70 años; Antonia Herrero, también de 70; Félix Sánchez, de 38, y Ana Duarte, de 7.

La suciedad del agua y la gran cantidad de basura acumulada, así como la gran amplitud del río Guadiana a su paso por Badajoz, son los principales obstáculos con que se encuentran los efectivos de la Cruz Roja y la Guardia Civil, cuyo contingente de buzos va a ser reforzado al efecto, para dar con ellas. Las únicas posibles pistas que se tienen hasta ahora son una camiseta que podría ser de la niña y una camisa que quizá perteneciera a Sánchez.

También se baraja la opción de que algún cuerpo haya sido arrastrado hasta la presa situada en la frontera con Portugal, por lo que un helicóptero de la Policía Nacional está rastreando su superficie.

Las oficinas de apoyo instaladas por la Junta de Extremadura en las áreas más azotadas por las inundaciones habían registrado hasta ayer 1.116 fichas de afectados. En ellas se recogen tanto los daños materiales como los psicológicos.

El Gabinete de Prensa de la Delegación del Gobierno está elaborando un vídeo, de unos 30 minutos, con las imágenes de la catástrofe para enviárselo al Gobierno central junto a la primera evaluación económica de las pérdidas sufridas.