El divo y el maestro
Para el segundo concierto de La Almudena, patrocinado por nuestro Ayuntamiento y Unión Fenosa se invitó a Alfredo Kraus, uno de los más grandes tenores de nuestra historia y el mejor para muchos. No es cuestión de entrar en distingos, ni falta que hace, sobre el tema. La realidad es que Kraus, desde joven, cuando sorprendió a todos con Doña Francisquita, hace gala de rigor artístico y de inteligente maestría. Cuenta siete decenios y al entonar anteanoche Por el humo se sabe dónde está el fuego me parecía volverlo a escuchar el día de la reinauguración de la Zarzuela en 1956, tanto por el dominio técnico cuanto por la tersura y el brillo de unos agudos limpios y valientes y sin olvidar la excelentísima dicción y el ejemplar fraseo.El tenor de Las Palmas está entre nosotros nuevamente sobreponiéndose a la reciente pena de la pérdida de Rosa, su mujer; al mismo tiempo, está ya en la historia. Suponer que alguien pudiera interceptar o demorar su actuación en el Teatro Real se me antoja singular despropósito. No dudo ni un instante que tendremos a Kraus en la plaza de Oriente con Werther o con Los cuentos de Hoffmann. Así parecía decírselo a Kraus el público que le saludó con un prolongado coro de bravos, en los que se resumía la admiración, el afecto hacia él y la gratitud hacia su biografía.
Homenaje a Kraus
Concierto de La Almudena.Homenaje a Madrid y al tenor Kraus. Auditorio Nacional. Madrid, 11 de octubre.
Atento siempre a la ópera belcantista y ceñido a los papeles que le son idóneos, nunca rehusó Kraus el género zarzuelístico. Todo lo contrario: puso su mejor talento musical y vocal en el empeño de enaltecerlo. Bien se comprobó, una vez más, en el aria de Vives, en la de El último romántico, en su escapada a La del manojo de rosas, su altisonante y directo canto a la espada toledana, de Guerrero, el evocativo Canto del vagabundo, de Serrano, o la siempre bien recibida Tabernera del puerto, de Sorozábal. Para corresponder a tanta aclamación como escuchó, Kraus cantó espléndidamente la jota de El trust de los tenorios, de Serrano, quizá para recordar a Miguel Fleta, cuyo centenario está pasando desapercibido, a pesar de que fue la última voz que cantó en el Real, en 1925, un precursor ¡Ay, ay!
García Asensio, director de la Banda Municipal, y la Sinfónica de Madrid, homenajearon también a Kraus a través de su colaboración en las arias y de castizos compases madrileñistas, desde los de Bocherini y Glinka hasta los de Sorozábal, Vives y los clásicos Bretón, Chueca y Chapí.
Fue una noche plena de calor humanísimo la de esta reaparición hecha homenaje al gran tenor, que el día 5 de diciembre verá inaugurado en Las Palmas el auditorio Alfredo Kraus.
Babelia
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