Aclaración a Setién

El señor Setién, obispo de San Sebastián, formula en su entrevista publicada el pasado domingo en EL PAÍS un deseo: "Estoy esperando que alguien me diga, me explique, por qué [no sé puede hablar con ETA sin que deje de matar]". Intentaré explicárselo, aunque unos mínimos conocimientos de filosofía le hubieran permitido a él mismo. responder la pregunta, porque desde Sócrates la naturaleza del diálogo entre seres humanos excluye durante el mismo el ejercicio de la violencia por parte de un interlocutor (incluso en una guerra abierta, la bandera blanca indica la suspensión momentánea de las hostilidades para parlamentar). Alguien puede (o pudo) confesar que es un maldito hereje ante un inquisidor vestido de negro y con Cristo al cuello como el señor Setién, o decir dónde tiene el dinero a un atracador, o denunciar a los amigos por la presión de la tortura de la policía franquista o de una amenaza de muerte, como la que ejercita permanentemente ETA. Confiesa, asiente, delata o grita. Pero "hablar", proceder a "una conversación en sinceridad" (sic), es imposible. En cualquiera de los casos, el cese siquiera temporal de la violencia constituye la precondición del diálogo. ¿Entendido? A continuación, otro deseo del obispo: una "negociación de buena voluntad [que] es asumida por las dos partes". ¿Recuerda el señor Setién algo que estaba en el Evangelio: "Bienaventurados los pacíficos porque esos son hijos de Dios"? Los pacíficos; no los homicidas de cualquier especie que sean. ¿Cree entonces que pueden también. ser considerados como ellos "hijos de Dios", susceptibles de actuar de buena voluntad, quienes practican la tortura y el crimen político sin expresar después el menor -remordimiento ni consideración alguna hacia sus víctimas? Y si, como parece, así piensa Setién, ¿qué Dios es el suyo?-