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Mano a mano entre Jorge Edwards y Mario Vargas Llosa

Como en esos combates a muerte entre luchadores que son amigos, el chileno Jorge Edwards, y el peruano Mario Vargas Llosa, protagonizaron un mano a mano, sin que la sangre llegara al río, y con el que se clausuró ayer la Semana de Autor dedicada a Edwards que se ha celebrado en la Casa de América. En realidad, los dos, el chileno y el peruano, son amigos, desde que se conocieron en París, muy a principios de los años sesenta, cuando el chileno le prestaba libros de Proust ("que tú, Mario, entonces no leíste", le provocaba). 0 le mostraba, dándole a leer la historia de la Revolución Francesa de Michelet, que un buen historiador es siempre un buen creador.

Por aquellos años, en cambio, un entusiasta seguidor de las teorías de Sartre (tanto que al joven Vargas sus amigos le llamaban El sartrecillo valiente) sí creía, el peruano, que la literatura podía cambiar el mundo. Al chileno, por el contrario, Sartre le cogió un poco más mayor ("tú eras más joven, Mario", le puntualizaba Edwards), lo suyo, su pasión por la literatura, tenía un matiz estético, que entonces no compartía Vargas Llosa.

Contrastes

Como tampoco compartía la afición incurable de Edwards por Proust o la visión tan diferente que respecto a la historia y a la ficción (una cuenta verdades, la otra mentiras: piensa Vargas Llosa, movía la cabeza escéptico Edwards), siguen teniendo hoy ambos escritores. "La novela refleja la historia que no fue", decía Vargas; "estoy de acuerdo", concedía Edwards.Los temas del combate incruento, aunque espectacular, los iba sacando el moderador, Blas Matamoro, como quien saca cerezas de un cesto, unas con otras. Todo había empezado hablando de crónicas y ficciones. "Qué excelente cronista es Jorge", decía Vargas Llosa, "en sus libros como Persona non grata o el dedicado a Neruda". Puntualizaba Edwards: "Yo diría que más que crónicas son libros de memorias, ¿no te parece Marío?"; aunque a continuación confesara el chileno que le interesaba mucho el género de la crónica, pero "invadiendo los terrenos de un género y de otro; yo hago crónicas a la manera de un novelista y viceversa". En realidad, confesó, su reciente libro de cuentos Fantasmas de carne y hueso lo catalogó de "crónicas reprimidas", que se mudaron en relatos.

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