Crisis global
OTRO SEÍSMO bursátil, de nuevo con epicentro en Hong Kong, hizo temblar ayer los mercados de todo el mundo. El hundimiento del mercado chino -que perdía al cierre casi un 6%- tuvo un moderado efecto de contagio en las bolsas europeas y se convirtió en una crisis aguda y generalizada cuando empezaron a funcionar los mercados americanos. Wall Street tuvo que interrumpir dos veces la cotización -la segunda, con carácter definitivo-, después de que el Dow Jones registrara una pérdida de más de 500 puntos (por encima del 7%). Por primera vez se ponían en marcha los mecanismos automáticos de bloqueo que se adoptaron tras el crash de 1987 para limitarlas pérdidas de los pequeños accionistas. Toronto y México se vieron también en el trance de suspender la sesión. Sâo Paulo registraba al cierre una depresión del 14% y sólo dos puntos menos la de Buenos Aires. En medio de este panorama, Madrid registraba la pérdida más grave de las bolsas europeas (4,41%), con tal acumulación de órdenes de venta al cierre que quedaron bloqueados los ordenadores.Es una crisis grave de alcance global, como no podía ser de otra forma en un sistema financiero mundializado. Poco de nuevo cabe decir sobre el origen del terremoto de ayer, similar en casi todo al del jueves pasado, aunque con pérdidas más espectaculares, que en el caso de Madrid suponen un perjuicio cercano al billón de pesetas en la capitalización bursátil.
Las bolsas asiáticas, origen del conflicto, están pagando las consecuencias de la inestabilidad monetaria de la zona que no acaba de romper de forma solvente las relaciones cambiarías semifijas con el dólar. Los hechos desnudos son que los especuladores apuestan a que el dólar de Hong Kong será devaluado y las autoridades económicas lo están sosteniendo con las reservas. La crisis asiática se extiende a Europa y a Wall Street con diferentes grados de contagio, pero esta interpretación resulta insuficiente para explicar la rapidez y profundidad del fenómeno. Es muy probable que los problemas en las bolsas asiáticas se hayan tomado como pretexto por parte de los inversores para ejecutar esa corrección a la baja tantas veces anunciada por el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan. La distancia entre la gravísima conmoción de las bolsas de ayer y un crash como el de hace 10 años es precisamente la aplicación de los sistemas automáticos de interrupción de las cotizaciones para impedir el desplome en cadena de los precios. El mecanismo se estrenó ayer, con el resultado provisional de que evitó al menos la repetición literal de la crisis de octubre de 19871 cuando Wall Street perdió en una sola jornada más del 20%.
Pero, aunque los sistemas de detención de las cotizaciones funcionen y eviten el crash, y las bolsas occidentales puedan superar inmediatamente esta severa corrección, otros mercados pueden estar menos protegidos. Existe un riesgo- grave de que las repetidas convulsiones bursátiles en Asia acaben por deteriorar los parqués dejos países latinoamericanos o de Europa del Este. Ayer se pudo comprobar: los inversores, inquietos por las caída! continuadas, buscan refugio en valores seguros, como los bonos estadounidenses y europeos, mientras reducen riesgos eliminando los valores de países emergentes. Las bolsas de Brasil, Buenos Aires y México son muy vulnerables a la situación de inestabilidad intermitente, y pueden ser las peor libradas de esta crisis. Para España también es relevante el desarrollo de los acontecimientos, porque gran parte de su inversión directa en el exterior está en esos mercados.
Una crisis tan espectacular como la de ayer no socavará probablemente la estabilidad financiera de los países occidentales. Pero puede producir daños importantes en economías emergentes más vulnerables, como las de Latinoamérica. Las soluciones también se han repetido hasta la saciedad. Quizá el minicrash de ayer sirva para que las autoridades económicas mundiales actúen en consecuencia. Esa actuación exigiría que el FMI instrumentara las fórmulas adecuadas para que los países que están en el origen de la crisis modernicen de una vez sus sistemas de cambio y bancarios, con el fin de evitar el contagio universal de esta gripe asiática. Por el bien de todos.
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