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Un héroe americano

En la primavera de 1936, plenamente dedicado ya entonces a la pintura gracias a su inclusión, desde el verano anterior, en el Federal Art Project de la WPA, Jackson Pollock fue invitado a participar, junto con su hermano Sanford, en el taller recién abierto en Nueva York por David Alfaro Siqueiros. Conflictiva y breve, pues Siqueiros abandonará la ciudad antes de finalizar el año para incorporarse a la contienda civil española, la relación con el muralista mexicano causó un profundo impacto en la personalidad del joven Pollock.Por la espacialidad dinámica y la exploración de nuevos materiales y técnicas, que identificaban la enfebrecida vocación experimental del taller colectivo planteado por Siqueiros, hoy tiende a otorgarse a su influencia un peso equivalente a las tradicionales del expresionismo picassiano y el automatismo surrealista, en la encrucijada desde la que germina la esplendorosa madurez de Pollock y que hará de él una de las figuras clave -y, sin duda, la de más romántica intensidad- en la generación del expresionismo abstracto americano.

Más información
91 dibujos de Pollock desvelan en Nueva York los orígenes del expresionismo abstracto

La imagen indeleblemente fijada por el mítico documental de Namuth y Falkenberg, en la que vemos al Pollock de plenitud enfrascado en la realización de, dos de sus telas, ha contribuido de un modo esencial -en la visión del artista que abisma su cuerpo, como un boxeador en el cuadrilátero, en el espacio literal del lienzo, en la brocha que derrama, como un fluido corporal, el color sobre la tela- a tejer, junto con la compulsiva leyenda del alcohol y el destino que acechaba, una madrugada, en la carretera, la imagen de Pollock como héroe trágico de la modernidad.

Pero se olvida a menudo, en el contagioso fulgor de esa leyenda, lo que el propio artista advertía al comentar el documento de Namuth: "Pinto con una idea de conjunto de lo que deseo hacer. Puedo controlar el derrame de pintura, no es algo accidental, no más de lo que no hay ni principio ni fin. A veces, pierdo mi cuadro. Pero no temo los cambios ni destruir la imagen, porque un cuadro tiene su propia vida".

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