Gran éxito de García Abril y el nuevo Real
Por la conjunción de algunas voluntades y no pocos azares, el Teatro Real parece diferenciarse sustancialmente del clausurado en 1925. Sólo en unos días hemos asistido a la inauguración con La vida breve de Falla, a la que el Real negó lugar. Inmediatamente tenemos un estreno de autor español actual escrito por encargo del Ministerio de Cultura y montado con todas las garantías de calidad. Por si fuera poco, se trata de Divinas palabras, la tragicomedia de aldea de Valle-Inclán quien expuso algunas opiniones dignas de recordación.Si reparamos en la programación del Real para esta su primera temporada podemos ser bastante optimistas: de ocho títulos tres son infrecuentes y uno de estreno: Peter Grimmes, Porgy and Bees, La zorrita astuta y Divinas palabras. El éxito alcanzado por Antón García Abril y sus intérpretes con Divinas palabras nos garantiza que el criterio de los operófilos digamos tradicionales es mucho más abierto de lo que suele suponerse, si lo que se ofrece tiene méritos, poder de comunicación y belleza; si, además, está realizado con responsabilidad, sumo cuidado y alta competencia. Los nombres de Antonio Ros Marbá, José Carlos Plaza, Plácido Domingo, Inmaculada Egido, los coros de la Zarzuela y de la Comunidad y la Orquesta Sinfónica garantizaban el tono de un estreno de lujo.
Divinas palabras
Sobre Valle-Inclán, adaptado por F. Nieva. Música de A. García Abril. Director musical: A. Ros Marbá. Director escénico: J. Carlos Plaza. Teatro Real. Madrid, 18 de octubre.
Invasor
Antón García Abril, "arrebatado invasor del texto de Valle-Inclán", como dice con acierto y gracia el libretista Francisco Nieva, ha llevado a cabo su mejor obra dramática y cuento entre ellas toda una serie de cantatas y músicas incidentales. Sin servidumbre a una u otra determinada ideología estética o práctica de escritura, Divinas palabras canta continuamente las palabras tremendas de don Ramón, evoca el misterio y la lírica de la aldea con su violencia pasional, sus creencias primitivas y sus claroscuros de dramático aguafuerte. Pero el melodismo de García Abril, en todo momento derivado de los valores de la palabra, no se ciñe a números recortados, ni se conforma con soluciones diatónicas: es, más bien, un continuo fluir en el que se integran los elementos constitutivos del hecho musical y dramático. Las voces solas y colectivas, la orquesta rica y plena de contrastes, la mezcla de valores recitativos con aires y ritmos por lo general ajenos al dato popular aunque lo aludan en un par de ocasiones (pandeirada, muñeira), contribuyen a la autenticidad racial y caracterológica de la obra. Si no resultara demasiado convencional, podría hablarse de posmodernismo en García Abril y en esta dirección circula una parte importante del teatro musical contemporáneo. Las posibilidades escénicas del Real han sido aprovechadas admirablemente por José Carlos Plaza, quien dirige la ópera desde la misma partitura; ha contado con una espectacular escenografía diseñada por él mismo y por Francisco Leal, responsable también de la iluminación, y con trajes perfectamente adecuados de Pedro Moreno. El total de los elementos acaba por darnos con fuerza la Galicia real e imaginaria de Valle-Inclán que en el caso de Divinas palabras está habitada por mendigos, peregrinos, buhoneros, pastores y labriegos como comenta Gonzalo Sobejano. El tenor Plácido Domingo triunfó plenamente en un mundo muy diferenciado del que le es más habitual; fue la suya una verdadera creación.Tuvo a su lado a Inmaculada Egido, Raquel Pierotti, Enrique Baquerizo, Marina Rodríguez Cusí, Soraya Chaves y todo un largo reparto. El director Ros Marbá -minucioso, cálido, imaginante- trabajó en grandísimo maestro por lo que recibió muchas ovaciones. Las hubo para todos con García Abril en primer plano.
Babelia
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