Baladas de la memoria y el perdón
Me parece que el Premio Planeta, pese a su cuantía millonaria, se está quedando corto, pues no incluye el plus de peligrosidad a que deberían acceder los ganadores, a cambio de recibirlo de manos de la condesa de Cultura y Libros de Pretextos. Vamos a suponer que se le extravía el cheque en el manguito de armiño, o que se le resbala la escultura planetaria metálica sobre los pies de un ungido. Dicho lo cual, me alegro de que los 12 kilos del finalista hayan ido a parar a Carmen Rigalt, trabajadora incansable, excelente compañera e impecable cronista de bisturí afilado. A los periodistas nos sienta muy bien tener un dinerito en el banco, por si nos fartamos del lugar do curramos a diario, que no es mi caso, bien lo sabe el cielo (que, en lo que a mí respecta, se encuentra en la tercera planta, entrando a la derecha),La semana que hoy fenece ha tejido y destejido el tapiz de la memoria. Volví de Nueva Yotk enamorada de Candela hija, la menor de las vástagas de Candela madre -otro encanto- y Joan Manuel Serrat, y conmovida por el detallazo que tuvo el hombre de obsequiar a su niña con el único cuento de hadas que hoy es posible: dar un paseo entre rascacielos en limusina alquilada. Volvía yo con un par de libros estupendos bajo el brazo (-The Making of 'Blade Runner' y una historia bastante dura sobre la relación que unió a Líllian Heliman y Dashiel Hammet-, el sabor a Buñuel de los martinis del Plaza y un amable y tangible dolor de pies, producto de la curiosidad. Cuando, de repente, alguien dijo, en la radio del taximatón que me trajo a casa desde el aeropuerto, que hay que pagar facturas pendientes de la cafetería Galaxia y del 23F. Era Felipe González, y yo, claro, era una imbécil por el momento de felicidad vivido al desplomarme en el asiento mientras pensaba que al fin estaba en casa.
¡En casa! Pero la casa de una es el mundo, por desgracia. Y ahora parece que la Operación Memoria de Quita y Pon es lo que más se lleva a este y al otro lado de cualquier charco/charca, junto con el Submarino Perdón, que también suele emerger a la superficie de vez en cuando, bien sea para que el Vaticano lamente lo de Galileo, la Iglesia francesa lo de los hugonotes o que esa pobre mujer, la de Windsor, la mente ahora la masacre de Amritsar perpetrada en 1919. El Che, convertido en restos -aunque algunos de sus valores de solidaridad continúan vivos, por suerte; otros, de egomanía mesiánica, también, por desgracia-, pasea memoria y, habría que creerlo, perdón, por una América en la que los ex revolucionarios se compran algo más que camisetas, Clinton baila la samba con Pelé y Fujimori destruye la memoria, o cree que lo hace, arrasando el edificio de la Embajada japonesa en Perú que fue escenario del máximo esplendor de su sadismo. Algún día lejano -¿aprovechando la visita de un futuro y nefasto nuevo Papa?, ¿quizás de Obando?-, Fujimori pedirá perdón a los herederos de las tumbas sin nombre de sus víctimas, guevaristas dentro de la razón, pero fuera del tiempo.
Lo de la guerra de las galaxias, perdón, la cafetería, y del 23-F tiene narices. "Hay muchas cosas que no se saben de la democracia", dice el eterno prócer del eterno proceder esquivo. Pues haberlas dicho en su momento. Ni la memoria ni el perdón merecen ser armas políticas que se enarbolan cuando son necesarias para ahuyentar el temporal. Joaquín Almunia, a su vez -le tengo cariño porque le atisbo, algún domingo; en la platea de un multicine viendo películas interesantes-, pide que se rescate la memoria de lo que fue el franquismo. Me parece espléndido, sólo que fueron los socialistas -recuerden-, cuando estuvieron en el Gobierno, quienes me hicieron creer que yo nací el día en que te conosí. Además, parece inoportuno que tal arenga coincida con el ofrecimiento de la poucelle de Quartierneuf para inmolarse a solas, cual rosario de mi madre, y olvídate de todo lo demás. ¿Quién es para elegir destino? Si lo decide la justicia, se verá que eligió el de Segundo Marey, y es bastante.
Por todo lo cual, servidora se encuentra sobrepasada, y eso que dirijo el Orfeón Don't Forget, con un repertorio a base de -Yo también fui emigrante(o exiliado), Qué bonito pacto tienes debajo de ese capó y No te creas que eres rubio aunque te den la Visa, que es The Oblea.
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