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Al infierno

Desde el fondo de la iglesia aquel vascorro expresó el sentir de la feligresía que llevaba casi media hora escuchando la minuciosa descripción de los tormentos de las postrimerías. Su voz se disparó espontánea frente a la catarata que caía desde el púlpito provisto del paño de las solemnidades. "Señor cura", dijo, "si hay que ir al infierno se va pero no nos acojone". Así que ni un minuto más pueden estar tampoco nuestros conciudadanos bajo amenazas de columnista alguno. Basta ya de jeroglíficos. Dígasenos cuáles son esos legítimos lobbies españoles que el juez campeador Baltasar Garzón intentará poner en jaque, según avisa el emepé en su columna Bajo el volcán del pasado sábado.El público tiene derecho a conocer qué relación guardan esos "legítimos lobbies" con las declaraciones del ex capitán argentino y asesino confeso Scilingo en la Audiencia Nacional. Cuanto antes debe aclararse a quiénes dirige esa advertencia el mencionado periodista, cuando escribe: "Debe saber el juez Garzón que, admirablemente, se ha metido en un tinglado" y que "como resbale alguno, los demás estamos dispuestos a contarlo todo. Incluso lo de Felipe". Porque aquí se menciona a Felipe, supongamos que en referencia al presidente González, al que el emepé hubo de soportar como padrino de su boda en la ceremonia bonaerense, pero se previene sobre el posible resbalón de algunos. Los lectores quieren conocer los nombres de los que quedan avisados sobre las consecuencias añadidas si incurrieran en indebidos deslizamientos, imaginamos que verbales, ante el juez que instruye el caso de los desaparecidos españoles en la Argentina de la Junta Militar.

Mediante ese del estable procedimiento periodístico, que se sirve de la hábil yuxtaposición de 'hechos para inducir con suavidad en el lector la idea de un nexo de causalidad entre ellos, el emepé concluye su columna sabatina poco menos que dejando abierta la implicación de González en los vuelos de la muerte organizados por la Junta Militar argentina, que despegaban de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) y lanzaban en alta mar a los que luego se daba por desaparecidos. Entre ellos, el asesino Scilingo ha dado un solo nombre propio, el del teniente de fragata Jorge Alberto Devoto, cuya viuda, Marta, e hijas, Justina y Dolores, habitan entre nosotros. Ellas nunca supieron más de su esposo y padre desde su desaparición el 21 de marzo de 1977, cuando acudió en busca de su suegro y abuelo de sus hijas, el muy respetado catedrático y fiscal federal retirado doctor Antonio Bettini, secuestrado a su vez tres días antes al interesarse por la suerte de Alfredo, el chófer que prestaba servicio a la familia desde hacía más de 40 años.

Pero, volviendo a nuestro columnista, sorprende que se abstenga ahora de aclaramos quiénes son esos legítimos lobbies" por cuya protección última estaría dispuesto a romper el encubrimiento ilimitado que en su mal entendida magnanimidad vendría dispensando a González. Y por lo que se sobreentiende de cuanto venimos comentando aquí no se trata de esos saludos brazo en alto, recepciones bajo palio al general Franco y leyendas políticas del Movimiento Nacional de FET y de las JONS, grabadas en los muros de las catedrales, que parecen ser las únicas venialidades atribuibles a los obispos españoles a propósito de la cruelísima guerra civil bendecida como "Cruzada". Venialidades, repetimos, sobre las que ayer mismo dispensó una vez más su generoso perdón en Abc Jaime Campmany.

Afortunadamente, en el caso del genocidio de la Junta Militar argentina sucede lo mismo que pregonaban aquellos anuncios de la marca Pura Lana Virgen: Alguien más -sin nada que ver con el celebrado columnista- vela por la lana. Así, por ejemplo, sin ir más lejos, ayer en el programa El primer café, de Antena 3TV, que dirige Antonio San José, el líder de Iniciativa per Catalunya (IC), Rafael Ribó, dijo saber los nombres de los españoles implicados en la apología de la Junta Militar argentina, en unos casos por afinidad entusiasta y en otros, además, atendiendo a millonarias compensaciones económicas. El público tiene derecho a conocerlos. Y el Vaticano, sin esperar que se cumplan los 350 años de su muerte como sucedió con Galileo, debe reaccionar suspendiendo a divinis a monseñor Pio Lagi, nuncio de Su Santidad durante aquella época en Buenos Aires y pareja de tenis del almirante Massera, y recluir en monasterios de estricta observancia a todo el vicariato general castrense argentino.

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