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La vena hispánica de un escritor angloindio

Miguel Ángel Villena

Cuando era un estudiante viajó como turista y sin demasiada ilusión a Andalucía. Su contacto con el sur de España le dejó impresionado, y desde entonces ha visitado varias veces nuestro país. No olvida la experiencia de contemplar las pinturas negras de Goya en el Prado en 1993 en compañía de la entonces ministra de Cultura, Carmen Alborch. Pero no sólo el pintor aragonés forma parte del bagaje de Salman Rushdie, sino también escritores como Cervantes o Borges o cineastas como Buñuel.Aunque reniega de los sentimentalismos del pasado, reconoce que la España musulmana que inspiró su novela El suspiro del moro (1995) fue un modelo de convivencia entre culturas. "Estos mestizajes en el arte son muy sugerentes para mí, y en aquella época cristianos, musulmanes y judíos se influyeron los unos a los otros. En cierta manera, la Reconquista fue una victoria del fundamentalismo cristiano". Dentro del toque iconoclasta que marca todo su libro Oriente-Occidente, el relato titulado Cristóbal Colón y la reina Isabel de España consuman su relación es uno de los más logrados.

Nicaragua

Pero la vena hispánica de este autor angloindio no se limita a España, sino que abarca un país como Nicaragua, que retrató magistralmente en La sonrisa del jaguar (1987), donde Rushdie pasa de su escepticismo inicial ante la revolución sandinista a una abierta simpatía a partir de una conversión lúcida y honesta.

"Acudí invitado por los sandinistas y con el compromiso de que no iba a escribir nada, pero me di cuenta de que, sin comulgar con los sandinistas, debía pronunciarme contra una actitud de EE UU que mantenía una política claramente colonialista", dice Rushdie. "Eso me decidió a escribir el libro. Sólo cobré un dólar por los derechos de edición en Nicaragua. Un dólar que todavía conservo. Es la única vez que he hecho algo así".

Colaborador habitual de algunos diarios, entre ellos EL PAÍS, Salman Rushdie no quiere renunciar al periodismo como un complemento de la literatura. "Algunos escritores prefieren no tener ninguna proyección pública, y es una actitud que respeto totalmente", afirma. "Pero mi carácter es más intervencionista y me gusta explicar lo que pienso. Cuando me piden algún artículo, mi primera reacción siempre es decir que no. Pero, a veces, luego pienso que me gustaría manifestar algo que nadie ha comentado, y entonces me animo y escribo para los periódicos".

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