EE UU repite estrategia
"EE UU reemprende en Afganistán la fórmula utilizada por la compañía Aramco en la Arabia Saudí de los años treinta: fundamentalismo islámico, tribus y petróleo. No falta más que una testa coronada". Ese es el análisis del especialista en el avispero afgano Oliver Roy.Curiosamente, los responsables de haber convertido Kabul en un valle de lágrimas y en una colección de ruinas modernas son hoy aliados coyunturales contra los talibán. Pero están tan debilitados que sólo un milagro o errores muy serios de los nuevos dueños de Afganistán les permitirían recuperar el terreno perdido.
De todos los principales comandantes que formaron la alianza antisoviética en la década de los ochenta y que posteriormente dirimieron sus diferencias a cañonazos, ya sólo queda el comandante Ahmas Chah Massud, ex ministro de Defensa y verdadero hombre fuerte del anterior Gobierno y hoy obligado a refugiarse en su inexpugnable valle del Panjshir, a 120 kilómetros al noreste de Kabul.
El gran triunfo de los talibán es haber unificado un país que estaba tan fragmentado que impedía cualquier acuerdo pacífico, aunque se han beneficiado de la tradición afgana de los últimos años de huir y no presentar batalla, como si los milicianos sólo fueran útiles para bombardear a la población civil.
El escenario no ha cambiado en los últimos meses tras la derrota y exilio del general uzbeko Rashid Dostum, que controlaba varías provincias norteñas y que hasta mediados de este año era parte imprescindible en unas futuras negociaciones de paz gracias a un ejército fiel de miles de mercenarios.
Ajuste de cuentas
Los talibán aprovecharon el ajuste de cuentas entre Dostum y su mano derecha, el general Abdel Malik, para aliarse con este último y llegar hasta Mazar el Charif, la gran ciudad norteña. Al intentar imponer su radicalismo islámico comenzó la rebelión de la población, acostumbrada a una vida más liberal. Malik rompió el pacto y obligó a los talibanes a retroceder a sus posiciones militares anteriores con múltiples bajas y prisioneros.
Durante años Dostum, Massud, Gulbudin Hekmatyar y Abdul Karim Jalili se presentaron respectivamente como los representantes legítimos de grupos tribales como los uzbekos, los tayikos, los pastunes y los hazaras shiíes, cuando en realidad sólo estaban interesados en mantener su poder. Hoy son meras piezas en fuga, eso sí, con las alforjas repletas de dólares.
Los talibán han conseguido restablecer el orden y la seguridad en la mayor parte del país, han desarmado a las milicias tribales y han borrado a la mayor parte de sus enemigos. Controlan 23 de las 30 provincias afganas y enfrente sólo tienen al mítico Massud, al general uzbeko Malik y los hazaras que viven en la meseta central, una minoría shií apoyada por Irán.
Pero quizá el enemigo esté en casa. ¿Qué ocurrirá cuando llegue el momento de dejarse de monsergas ultramontanas y ser más pragmáticos?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.