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45 FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Jugar y trampear

Ayer llegó aquí No va más última película del gran Claude Chabrol, el cineasta más inteligente ,y más creador de inteligencia ajena, el más libre y más comprometido con la libertad de los de más, de cuantos escapa ron con algo propio que decir del rasero de aquella tolvanera francesa de cine de laboratorio que llamaron Nueva Ola y que, a caballo entre los años cincuenta y sesenta, tuvo como mayor virtud hacer despertar de su lar ga siesta al cine europeo del que emergió. Ahora es esa ya Vieja Ola la que sestea y son muchachos inagotables, de pelo completamente blanco, como este Chabrol, quienes convierten en fuente de vida su tumba.No va más es exactamente lo que su título dice: el tope o dique ritual que anuncia el comienzo de una jugada de ruleta o de vida. Chabrol siempre guardó algo del alma del jugador en algún rincón de su inmenso talento y aquí juega e incluso juguetea a fondo. Hace unos años, en su genial película anterior, La ceremonia, se puso grave, serio, casi se diría que con su ironía cabreada y proporcionó un maravilloso respiro a quienes todavía tienen respeto por la verdad y dan el pan y la sal al viejo espíritu de los libertarios, los disconformes y los revolucionarios, esas gloriosas antiguallas cada día más dueñas del futuro en este cobarde final de siglo donde imponen su perruna ley los estetas mansos y obedientes.

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Tras aquel memorable zarandeo, con el que Chabrol redujo a carne de sarcasmo a los impostores que profetizan el fin de la historia y de las luchas de clases, este cineasta sublevado se ha tomado la vacación de un precioso entremés, tal vez para dar un necesario descanso a su cólera para que ésta vuelva a la carga dentro de unos meses. Juega y, por supuesto, lo hace a lo grande, a lo inteligente, a lo fraternal, a lo deslumbrador, a lo limpio. Envida, apuesta, goza y hace envidar, apostar y gozar a Isabelle Huppert y Michel Serrault, dos aristócratas de la gracia humana, a quienes pone en alarma de secuestro y les susurra al oído- "Llevaos a esos de ahí fuera de calle". Esos de ahí fuera somos nosotros, sus espectadores secuestrados, que (no hace falta decirlo) jugamos a lo que. sea con esa gente, tan generosa que nos hace sentirnos guapos como ellos, libres como ellos, inteligentes como ellos y afortunados como ellos.

Pero si Chabrol juega escrupulosamente limpio, el argentino Marcelo Piñeyro, en Cenizas del paraíso, hace trampas a destajo y con la solvencia y el recochineo de un expertísimo tahúr cinematográfico. Dispara un complicado, aparatoso y artificioso melodramón en forma de puzzle de intriga y, para colmo, lo barniza, en una cara de su falsa moneda, de parábola seudobíblica; y en la otra, de denuncia de la corrupción política en Argentina. Es decir, cartas marcadas sobre cartas marcadas. Pero, peor aún, a través de un guión falsario pero escrito con regla de cálculo, de los que da el pego. Ojo: posible premio, pues vayan ustedes a saber lo que puede deducir un jurado chino de este cuento chino.

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