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El mexicano Ignacio Solares escribe sobre el surrealismo de la revolución villista

Hace ya varias novelas que Ignacio Solares -periodista, dramaturgo y narrador nacido junto a la frontera del Ría Bravo (Ciudad Juárez, Chihuahua, 1945)- bebe en la Revolución mexicana como fuente de ficción. "Ese periodo de nuestra historia, que funda el país, está lleno de surrealismo, amor, tragicomedia y desencanto" dijo ayer Solares en Madrid, durante la presentación de su novela Columbus (Alfaguara).

Mezcla de historia y ficción, relato de la decepción que el movimiento liberador provocó en los supuestos liberados y recuento de las atrocidades que los gringos cometieron ' antes de completar lo que Solares llama la "conquista más nefasta", Columbus debe su título y su aliento a un hecho revolucionario insólito, absolutamente surrealista: la frustrada invasión, protagonizada en 1916 por 40 soldados de Pancho Villa, de la minúscula ciudad de Columbus (Nuevo México)."Aquella iba a ser la primera conquista latinoamericana de Estados Unidos, y habría dado alas a Villa para soñar mejor su sueño de llegar hasta Washington...", dijo Solares. Pero la cosa salió mal: "Aquel pueblo tenía sólo una calle, y los villistas se equivocaron de lado. Atacaron la parte en que estaban las caballerizas en vez del lado de los cuarteles. Mataron a todos los caballos, eso sí". Pero la novela alcanza objetivos mucho más serios que la mera anécdota, según subrayaron los que acompañaron ayer a Solares en la Casa de América -que aloja hasta diciembre un ciclo de debates sobre literatura hispanoamericana-

José María Merino calificó la novela de "excelente y misteriosa", Juan José Millás la enmarcó en "la tradición de la sencillez compleja o la complejidad sencilla, como Pedro Páramo o La metamorfosis". Y el director de Alfaguara en México, Sealtiel Alatriste, destacó que "renueva el sentido de la novela histórica, reinventando el pasado y reflejando con brillantez y exactitud el presente".

El autor devolvió las flores recordando su formación junto a los refugiados españoles -citó a León Felipe, Luis Ríus, Pedro Garfias, Altolaguirre, Max Aub y Buñuel, y reconoció a Valle Inclán como "influencia directa"-, hizo autocrítica con su pasión taurina, que le llevó a ser presidente de la Plaza México, y concluyó aludiendo a la humillante vida fronteriza que recrea en Columbus: "Se mezcla la sensación irreal de que la felicidad está al otro lado con el trato brutal y humillante de los policías".

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