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Confusión e intervención

Joaquín Estefanía

José María Aznar prometió con solemnidad dos meses antes de las elecciones generales: "Si el Partido Popular llega al Gobierno rebajará los impuestos acompasadamente con el déficit público". Durante el último año, el déficit público ha caído, pero los impuestos suben. El presidente declaró, humilde, cuándo un periodista norteamericano le preguntó por el milagro de la economía española. "El milagro soy yo". No había milagro.1.¿Para qué? Si el Gobierno español está sobrado de porcentajes para cumplir su criterio de déficit público en el proceso de convergencia (acaba de presumir de ello en Suecia o en la reciente cumbre hispano-italiana, en la que dimos paternalistas lecciones de equilibro macroeconómico a nuestros pobres vecinos mediterráneos), ¿para qué sube los impuestos en este momento? Sólo hay dos explicaciones plausibles: van a aumentar próximamente las exigencias financieras de los socios autonómicos catalanes, vascos o canarios, para cerrar con éxito los Presupuestos de 1998; o hay un agujero embalsado de varias décimas de déficit, que aún no ha emergido y del que no se podría culpar ya a la penosa herencia recibida. ¿Especulaciones?: No lo sabemos. La pedagogía política del Gobierno en éste, como en otros muchos, ha fallado estrepitosamente. No son capaces de explicarse. Ni el presidente del Gobierno en Granada, ni el vicepresidente económico del Gobierno, Rodrigo Rato, a la salida del Consejo de Ministros del viernes, lograron convencer de que la presión fiscal no ha subido.

2. Parte de la batalla electoral previa al 3 de marzo de 1996 se centró en el nivel impositivo y en la inseguridad tributaria. Los conservadores acusaron al Gobierno socialista de cambiar permanentemente la legislación fiscal. En el programa electoral del PP se dice que "la seguridad jurídica es esencial en un sistema tributario moderno" y se compromete a "evitar las modificaciones continuas de las normas tributarias". Pues bien, el PP ha conseguido mejorar, en muy poco tiempo, el caos anterior. Entre lo que han hecho y han dicho (fiscalidad de las plusvalías, tramos del IRPF, fondos de inversión y de pensiones...); lo que han hecho pero no han dicho (fiscalidad del tabaco); y lo que han dicho y no han hecho (la estrategia de los globos sonda de ida y vuelta, siempre enunciativos de reformas y liberalización inventadas), la sensación es de una confusión muy intensa. Si de los socialistas se dijo, jocosamente, que acertaban cuando rectificaban, del PP se puede afirmar con rigor que acierta cuando no toca nada.

3. Mientras la polémica se centra en el campo impositivo, por la puerta de atrás se perpetra otro caso de arbitrismo intervencionista. No se trata sólo del Ministerio de Fomento en las telecomunicaciones (domeñado por Bruselas), ni de la escandalosa utilización de un monopolio privado (Telefónica) para exterminar al contrario. Ahora quieren domar a las cajas de ahorro: la Junta de Castilla y León (gobernada por el PP) ha elaborado un documento en el que se recoge la potestad de obligar a las entidades financieras a invertir en la empresa o el sector que designe la propia Junta hasta un 80% de sus recursos propios. Este atentado contra la libertad de empresa y la capacidad de gestión de las propias cajas se une al que en la Comunidad Valenciana (gobernada por el PP) ha reforzado el control del Ejecutivo autonómico sobre las cajas por el procedimiento de autoasignarse la capacidad de nombrar a las personas integrantes de los órganos de Gobierno de las entidades financieras.

Dada la capacidad de este Ejecutivo de patrimonializar lo público para sus intereses, habrá que estar atentos a la evolución de las cajas de ahorro (casi el 50% del sistema financiero global). No solamente eran el milagro, sino que se presentaron como liberales.

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