_
_
_
_
Tribuna:CRÓNICAS
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Alzheimer

Juan Cruz

Nada es más terrible que olvidar; olvidar un poco, olvidar más, olvidarlo todo. La desesperación se toca: olvidar es no tener, no saber dónde escurrir las manos; perder apoyo en la tierra, y en el espejo. ¿Quién es ése, o ésa, que está ante nosotros? No encuentro ninguna otra enfermedad tangible que produzca tanta desesperación, y tanta rabia por tanto. Hace años este mal absoluto era la pérdida de memoria provocada por la fisiología o por la edad. Ahora ya se sabe que en sus apariencias más habituales esta enfermedad se llama Alzheimer; toca al lado de todos nosotros, se ataja con extremas dificultades e irriga la vida como si fuera pólvora final, inclemente; actúa sin piedad, es devastadora.Reflexiones así surgieron el jueves por la noche en un coloquio insólito, celebrado a partir de la publicación del libro Claves de la memoria. Se trata de un volumen colectivo debido a la labor compiladora del catedrático de Psicología José María Ruiz-Vargas. Lo ha editado Trotta y recoge intervenciones de Amalio Blanco, José Miguel Fernández Dols, Celia Fernández Prieto, José Antonio Marina, Antonio Muñoz Molina, Josep de Rivera, el propio Ruiz Vargas y Carmen Sandi. El coloquio, celebrado en la librería Crisol (calle Galileo, Madrid), congregó a un público numerosísimo que durante dos horas convirtió lo que parecía la tarea de profesores, investigadores o literatos en un debate vivo sobre una preocupación contemporánea: quiénes somos, de qué nos acordamos, por qué nos olvidamos. Fue un debate moderado por la propia pasión de la gente por saber más, y sobre todo por saber más de la esencia de su propia identidad. Ante la magnitud de aquella atención cabía preguntarse por qué sigue siendo tan habitual la simpleza que asegura que este tipo de debates no interesan a nadie porque la basura rampante ya nos quitó a todos la preocupación por las cosas hondas que le suceden a la gente.

Y la memoria y sus consecuencias es un asunto grave, por lo que nos dice la historia y también por lo que tiene que ver con el presente. La casualidad que a veces acompaña a los libros, que caminan con sus propias patas en tantas ocasiones, ha querido que la aparición de este volumen, y el coloquio a que ha dado lugar, coincida con la inmediata celebración del Día Mundial del Alzheimer, que tiene efecto al inicio del otoño. "Hay algo peor que vivir olvidado: vivir sin recordar". Eso es lo que dice el eslogan con el que se marca la campaña, y es un argumento que afecta a todo el mundo, porque todos tenemos entre nosotros la amenaza cruel del olvido, en los dos sentidos a que se refiere esa frase con la que se trata de redoblar en la conciencia de la gente. Los literatos y los estudiosos (Muñoz Molina tiene en este libro una hermosa reflexión sobre la literatura como consecuencia de la memoria; Marina dice que la memoria es siempre creadora; Celia Fernández dice que no hay vivir sin conciencia de haber vivido; Amalio Blanco habla contra el olvido y usa a Semprún y su memoria para iniciar su alegato; Fernández Dols y Josep Rivera hablan del falso recuerdo y de otros venenos de la memoria; Carmen Sandi se pregunta una cuestión de triple filo: ¿cómo es posible que recordemos tanto?) se enfrentan a la memoria como un material y también como una propuesta, literaria, cultural, sociológica, científica, pero allí, en el coloquio, la gente estaba preocupada por el olvido necesario y por el olvido involuntario, y ahí se llegó al núcleo duro de la impotencia que produce, en la sociedad contemporánea, esta terrible, intangible y fatal enfermedad total, la enfermedad del que ya no existe para sí mismo. Se habló también de la distorsión programada de la memoria, y ahí fueron esenciales las contribuciones científicas de Ruiz-Vargas y de Carlos Castilla del Pino que, con Marina, intervinieron en el coloquio; e incluso se dijo que gracias al programado olvido del franquismo se pudo hacer la transición política en España... Al atardecer del coloquio se llegó a decir que la desmemoria no se puede decretar (Marina) y que alguna vez todos tendremos que volver a recordar para que la vida sea más saludable (Castilla del Pino). Es tan hermoso recordar, tan sano, y es tan terrible saber que hay personas que ya no pueden recordar ni su rostro ni su nombre...

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_