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Babel en el barrio de El Raval

Crece el multiculturalismo en las escuelas del centro de la vieja Barcelona

La emigración multicultural ya ha llegado a las escuelas españolas. Se concentra, como ha sucedido en todas las grandes urbes, en los viejos centros degradados. Desde las puertas del instituto Miquel Tarradell, en el meollo del barrio del Raval, de Barcelona, se contempla la mole blanca de la modernidad más exquisita del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) y, un poco más allá, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Son equipamientos culturales enclavados en este mítico barrio -ahora urbanísticamente esponjado- con la pretensión de dignificarlo.A esas puertas, procedentes de las callejas aún no esponjadas de la vieja ciudad, llegaban ayer, como en peregrinación, grupos de personas -mujeres preferentemente- llevando a niños de la mano, que se diría procedentes de todos los lugares del globo. Mujeres magrebíes, muchas con la cabeza cubierta y algunas con chilaba hasta los pies, aunque ninguna con velo, formaban el grupo mayoritario.

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Alumnos orientales.

Hablaban poco Con la profesora que las recibía. Más parlanchines eran los grupos de orientales, en buena parte filipinos, pero también de otros lugares del Extremo Oriente, con vistosas camisetas estampadas. También había indios, paquistaníes y ceilandeses, y algunos africanos, cuyos gestos denotaban una mayor adaptación y que hablaban mayoritariamente en castellano.

Una mujer pequeña, vestida con una túnica de vivos colores que le llegaba por encima de la rodilla y unos pantalones estrechos del mismo color ajustados a las piernas, gesticulaba desde una esquina a un chaval adolescente que le doblaba en estatura. Este, con un mohín de desagrado, abandonó el grupo de colegas y se acercó a quien a todas luces era su madre. Cuando volvió al grupo, sus compañeros se rieron. "Me ha dicho que cuide de mi hermana", se explicó. Un grupo de filipinos acompañaba a una joven madre que llevaba a su hijo por primera vez a la escuela. "Se le pasará pronto", decía la maestra que le franqueaba la puerta.

Los mayores, alumnos de ESO, esperaban en la esquina separados en evidentes clanes, según su origen. Ayer no empezaba la secundaria, pero estaban convocados para una sesión informativa. Una docena de magrebíes se ejercitaba en rituales de jóvenes lobos. Uno de ellos, de pronto, dio una especie de paso de baile que acabó en una sonora patada contra una plancha metálica apoyada contra una farola. Se hizo el silencio. Un chaval algo mayor, alto y de facciones a lo Morcelli, llegó rápido con gesto enfurruñado para poner orden. Antes de las diez se abrió la puerta y todos entraron.

También en El Raval, pero ya cerca del Paralelo, está el instituto Milà i Fontanals, que, junto con el Miquel Tarradell, levantó el curso pasado las primeras señales de alarma de los conflictos que podía generar la reforma al escolarizar obligatoriamente y de una manera homogénea a alumnos de distintas procedencias y de zonas conflictivas o degradadas. En el Milà y Fontanals pidieron una reorganización del mapa escolar para evitar convertirse en un gueto. Actualmente todavía hay una proporción mayoritaria de estudiantes de origen nacional. La minoría más importante es la magrebí. También hay muchos latinoamericanos y algunos centroeuropeos.

Para frenar la conflictividad, el año pasado se autorizaron en este instituto las unidades de adaptación del currículum (UAC), para dedicar una atención especial a los alumnos conflictivos. ¿Sirvió para algo? "No lo sabemos a ciencia cierta", explica una profesora. "En todo caso sirvió para que el resto de los alumnos pudiera trabajar". Lo que sí es cierto, añade, es que el alumnado más conflictivo no procedía de determinadas minorías, sino de todas ellas, y lo era por sus problemas de desestructuración familiar.

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