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50.000 personas vibran con U2

Diego A. Manrique

Alrededor de 50.000 efervescentes espectadores acudieron anoche al concierto de U2 en el estadio Vicente Calderón de Madrid, que contó igualmente con breves actuaciones de Placebo y Howie, B. Un concierto diferente que se saldó con oleadas de satisfacción gracias a la intensidad interpretativa del grupo irlandés. La siguiente actuación de la gira Pop Mart será el jueves en Lisboa y U2 se despedirá de la península Ibérica el sábado en Barcelona.

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Es la guerra, amigo. Las noticias de cancelaciones y pinchazos en la etapa estadounidense de la gira Pop Mart, de U2, aparte de las (comparativamente, bajas) ventas de su disco Pop, han llenado de gozo a los que resienten que estos cuatro pardillos dublineses se hayan aprendido tan bien las reglas de supervivencia en la Liga de las Estrellas multimedia. Enfrente, los detractores tienen a unos militantes estruendosos que consideran a los músicos de U2 como los garantes de las nuevas estéticas sonoras y reciben cada una de sus acciones con la reverencia debida a las ocurrencias de los grandes genios.En medio, U2 se divierte -a estas distancias, no se aprecia si sus sonrisas se han quedado congeladas- y venden la pescadilla con tenacidad: "El reto está en convertir un show de estadio en una experiencia íntima" (y lo dicen como si realmente pudieran realizar el milagro de los panes y los peces). Por si acaso, su poderoso departamento de promoción escupe cifras apabullantes para deslumbrar a los paganos. Que, tal como recuerda Bono en un momento del concierto, es quien subvenciona -entradas madrileñas a 5.600 y 7.600 pesetas- tan pintoresco delirio posmoderno. En Pop Mart la música parece a punto de sucumbir. Pero no.

Los músicos de Placebo, efectivamente invisibles a la luz del día, insistieron con su pop taladrante. ¿Es posible que haya artistas o discográficas o representantes que paguen grandes cantidades por la indignidad de ejercer de teloneros? Es sorprendente pero cierto.

Howie B. pinchó una selección de discos espléndidos e intensos pero -vaya revelación- el respetable en general sólo vibró con Walking on sunshine, el archiconocido éxito veraniego de Katrina and the Waves; las exquisiteces de la dance music no funcionan en estos estadios.

Emocionante y absurdo

El celebrado montaje de Pop Mart oscila entre lo emocionante y lo absurdo. A esa última categoría corresponden momentos sonrojantes como la invitación a cantar Sugar, sugar, de los ilustres Archies, en versión karaoke; no cuesta mucho demostrar, como lo hacen las televisiones todos los días, que los humanos gozamos con la basura. Algo parecido se podría comentar respecto al celebérrimo limón gigante, que se convierte en nave plateada para desplazar a U2, seguramente el medio de transporte más ineficiente inventado en los años noventa; hasta Michael Jackson hubiera rechazado tan patético truco.

Por el contrario, U2 conserva el suficiente sentido común para enhebrar una astuta selección de sus viejas clásicas y su nuevo material. Es curioso que los éxitos de los años ochenta, capaces de desencadenar oleadas de mecheros y cantos multitudinarios, parecen ahora extraídos todos del mismo patrón. En aquellos tiempos, U2 tenía una misión (humanitaria) que ahora han decidido desechar; sin embargo, la carga emocional y colectiva de ese repertorio consigue que el estadio esté a punto de levitar.

Las composiciones más recientes, características de la versión reciclada de U2 que acelera durante la presente década, permite reconocer a un grupo que salta barreras y explora formas musicales anteriormente vedadas. Esa yuxtaposición de himnos corales y canciones de exploración hace evidente que U2, a pesar de su alegre cinismo, todavía tiene sentido. Bono ya no se identifica expresamente con el toro cuando los espectadores le gritan lo de torero. No obstante, el ardor que esas 50.000 personas demostraron en la segunda mitad del concierto consiguió que olvidáramos hasta las pavorosas contradicciones, las concesiones a la modernidad idiotizante, los absurdos de la situación. Si algo elevaba a U2 sobre sus coetáneos era la capacidad de convertir su música en bola de fuego; anoche, la bola de fuego despegó en media docena de ocasiones.

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