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FERIA DE COLMENAR VIEJO

Se lesionó Rivera

Pasó de todo. Y entre lo malo que pasó estuvo una desgraciada caída de Rivera Ordóñez. Se levantó en un grito y las asistiencias hubieron de llevarlo a la enfermería. La lesión podría obligarle a suspender la temporada.Pasó de todo. Y entre lo malo que pasó estuvo una bronca monumental en la que el público de poco quema la plaza.

Una forma de decir, por supuesto. Seguramente nadie se habría atrevido a encender el mechero con ese delictivo fin y además la plaza es incombustible. Pero por la que armó el público colmenareño parecía que de un momento a otro iba a haber un Dos de Mayo.

Menos mal que el presidente devolvió un toro al corral, luego otro. El toro que devolvió el presidente al corral -hacía tercero- era de tipo anovillado y padecía invalidez absoluta. Salió el sobrero y estaba más inválido aún.

Arauz / Ponce, Cordobés, Rivera

Toros de Arauz de Robles, desiguales de presencia, fuerza y juego; varios sospechosos de afeitado; 4º cornalón pero impresentable; Y devuelto por inválido. Dos sobreros de Peñajara: primero devuelto por inválido, segundo sospechoso de pitones e inválido también.Enrique Ponce: estocada tendida trasera ladeada y rueda de peones (división); pinchazo hondo trasero, rueda insistente de peones y dos descabellos (silencio); pinchazo bajísimo y media infamante atravesada en el costillar (protestas). El Cordobés: pinchazo en un brazuelo, pinchazo tirando la muleta, otro y pinchazo hondo (silencio); estocada caída tirando la muleta (dos orejas); pinchazo tirando la muleta, dos más y estocada corta (ovación). Rivera Ordóñez: se cayó en su primero y sufre posible rotura de ligamentos en la rodilla izquierda, pronóstico reservado. Plaza de Colmenar Viejo, 1 de septiembre. Y corrida de feria. Cerca del lleno.

El segundo sobrero apareció como un obús, embistió codicioso Y Rivera Ordóñez, que empezaba a embarcarlo por verónicas, al ceder terreno apresuradamente una de las veces que el toro se le revolvió con fiereza, cayó al suelo de mala manera.

Quedó la corrida mano a mano y en el mano a mano en que quedó la corrida ganó ampliamente El Cordobés.

Mano a mano: frente a frente cada cual con su propia arma. El arma de los toreros en estas confrontaciones ha de ser la torería. Y muchos son los factores que, reunidos o desgranados, conforman la torería. Uno de ellos es el valor, otro la voluntad de agradar; uno la técnica dominadora, otro el arte.

Se exceptúa el arte y El Cordobés fue triunfador en todo. No es que hiciera ninguna proeza sino que Enrique Ponce no tenía su tarde. De un lado, el viento la tomó con él. Presentaba los engaños Enrique Ponce a dos de sus toros -primero y cuarto- y el viento los ponía a flamear, daba igual que fueran percales o franelas. De otro, el toreo no le salía ni para atrás.

Para atrás es la estrategia esencial del toreo moderno. Hay dos versiones: embarcar al toro vaciándolo hacia afuera o, en su defecto, retroceder en cuanto viene de embestida. En ambos casos el propósito es el mismo: que pase bien lejos.

Enrique Ponce utilizó las dos modalidades con harta insistencia y ocasionalmente la que constituye el fundamento del toreo auténtico, que consiste en torear cruzado y quedarse quieto. Ninguna le resultó. El primer toro carecía de fijeza; el tercero, de codicia; el cuarto, de la docilidad que había hecho. presagiar su minusvalía, la levedad de su ser, su aspecto de boquerón.

Entre súbitos vendavales e insolentes bureles, Ponce no encontró recursos toreros, no llegó nunca a dominar la situación. Deslucido y derrotado, acabó matando a la infamante manera.

No paraban de suceder cosas y en la primera parte de la corrida seguían siendo malas. El segundo toro rodaba por la arena, en una de sus caídas se desmembró una pata y El Cordobés lo liquidó presto.

Los dos últimos, en cambio, sacaron nobleza y El Cordobés los aprovechó a modo. Al quinto le hizo una faena que podríamos llamar seria, con derechazos y naturales de discreta ejecución.

Repitió este toreo al sexto y, en el último tramo de la faena, dio saltos de la rana, se arrodilló y pegó cabezazos a la testuz del toro, luego se puso de espaldas, echó la cabeza atrás y la metió entre las astas. Y el público enloquecía. Gritos de "¡Torero!", se llegaron a oir. Si llega a matar a la primera esta vez arde la plaza de verdad.

Ese toro nobilísimo y hasta aborregado le correspondía a Rivera Ordóñez y, por culpa de la lesión, se lo perdió. Muchos lo lamentaron porque le habría hecho el toreo serio. Pero si el toro no es serio ¿en qué se basa la seriedad del toreo? Si no es serio, ¿qué más dan finos derechazos o rústicos saltos de la rana?

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