'Subcultura mólotov'
PARECE EVIDENTE que, en las últimas semanas, ETA y las organizaciones de su entorno han lanzado una nueva campaña para intentar retomar una iniciativa que consideran haber perdido con las movilizaciones populares que siguieron a la muerte de Miguel Ángel Blanco. Las amenazas individualizadas recibidas por diversos políticos municipales en Euskadi y Navarra son parte de esa estrategia. También lo es el renovado activismo de los pequeños grupos de encapuchados que han actuado en diversos pueblos y ciudades, aprovechando normalmente las fiestas populares. Hace tiempo ya que las acciones de estos grupos no pueden ser calificadas como vandalismo urbano. Son terrorismo puro y duro, que busca cada vez más abiertamente el daño y la muerte de personas.Ayer, un erztaina salvó la vida en Ibarra gracias a que portaba su arma reglamentaria. Identificado por uno de estos grupos, fue agredido y recibió una monumental paliza. Cuando uno de los agresores se proponía lanzarle a bocajarro un cóctel mólotov, el policía realizó varios disparos al aire y uno a la pierna del aprendiz de asesino. El policía ha sido dado de alta y el agresor se halla en el hospital. Es de esperar que no haya problemas para acusarle por este gravísimo delito a él y quizás a algunos de sus cómplices, que deben ser rápidamente identificados y detenidos. En Gernika, en Ondárroa, en San Sebastián y en muchos otros puntos de Euskadi y Navarra, grupos perfectamente adiestrados y organizados han actuado en estas últimas semanas. Sólo puede achacarse a la fortuna que no haya que lamentar resultados mucho más graves de los habidos.
Tiene razón el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, cuando dice que estas acciones son reflejo de la debilidad de ETA. Porque nadie debería albergar duda alguna de que ETA mata cuando puede. Y que si no lo ha hecho desde la muerte de Miguel Ángel Blanco no es porque no lo haya intentado, como se vio en Comillas. Para compensar su falta de capacidad operativa, han intensificado su actuación los citados grupos.
Los reveses sufridos por la banda terrorista en los últimos tiempos han sido cuantiosos. Y la entrega el sábado a España de Juan Vicente Jaureguizuria, alias Juanvi, por parte de las autoridades francesas despeja las dudas -y liquida las esperanzas, de ETA- sobre un posible cambio en la cooperación antiterrorista hispano-francesa tras la llegada al Ministerio del Interior en París de Jean Pierre Chevènement.
De ahí las órdenes de extremar el activismo que todo indica han sido transmitidas a estos grupos de apoyo. La respuesta ha de ser rápida y efectiva. Muchos de los integrantes de estos comandos están perfectamente identificados. El Estado debe hacer llegar a estos jóvenes el mensaje de que no hay una diferencia cualitativa entre pegar un tiro en la nuca y matar a alguien con un cóctel mólotov.
El que lanza un cóctel mólotov intenta quemar a alguien o asume que alguien puede morir por su acción. Los que no están dispuestos a formar parte de un comando etarra y no tienen ningún reparo en participar en estas acciones, productos de esa subcultura de violencia generada en torno a ETA y HB, tienen interiorizada la convicción de que estos actos tienen práctica garantía de impunidad. Hay que sacarlos de tal equivocación.
Las amenazas a los políticos son otra vertiente de la misma estrategia del terror. Por un lado se infunde miedo, inseguridad y la percepción de una situación de excepcionalidad permanente en la calle. Por el otro se quiere aterrorizar a los representantes del pueblo con amenazas personalizadas mucho. más efectivas que la amenaza anónima y generalizada.
Nunca se sabrá cuántos vascos honrados y valiosos para la sociedad han abandonado en las últimas dos décadas sus trabajos, cargos y responsabilidades bajo amenazas de ETA de este u otro tipo. Se trata, en todo caso, de decisiones íntimas, cargadas de dramatismo y que merecen respeto y comprensión. Pero sí está claro que son muchos los que, en situaciones extremas, dan ejemplo de coraje personal y cívico y hacen frente a las amenazas que tan perfectamente definen la miseria política, humana y moral de todo el entramado etarra, incluidos muchas veces compañeros de trabajo de las víctimas de las amenazas.
Los ahora amenazados, el portavoz socialista en el Ayuntamiento de Pamplona, el alcalde de Ansoáin y otros muchos cuentan con la solidaridad y el respeto de todos los demócratas. Quienes formulan, disculpan o apoyan estas amenazas deben sentir, por el contrario, todo el desprecio de la ciudadanía.
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