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FERIA DE MÁLAGA

Torear sin toro

Afortunadamente, la Biblia no ha asignado a los propietarios de la torifactoría de Jandilla un papel preponderante en las bodas de Caná. Si hubieran estado allí, habrían pasado a la historia por convertir el vino en agua.Toro hubo que lloró por un pitón lágrimas de ignominia, sangre y desvergüenza. El exceso de romana no puede compensar la falta de casta y sólo consigue hacer del toro, en otro tiempo metáfora de la capacidad reproductora y símbolo de la fuerza terrenal, una triste burla.

Es difícil abstenerse de utilizar un improperio en vez de la palabra ganadero.

A Litri, que de la trascendencia hace un diario, le vimos colocarse por los territorios de afuera, dejando a la muleta en lugar del cuerpo. El toro, la cabeza baja en acto de contricción, renegaba de su origen, rehusando la pelea mientras buscaba el pasto.

Jandilla / Litri, Ponce, Cordobés

Seis toros de Jandilla, gordos y descastados.Miguel Báez, 'Litri': tres pinchazos y tres descabellos (silencio); estocada y dos descabellos -aviso- (aplausos). Enrique Ponce: tres pinchazos y estocada honda trasera -aviso- (saludos); estocada -aviso- (oreja). Manuel Díaz, 'El Cordobés': pinchazo, media tendida y trasera y un descabello (saludos); pinchazo y media trasera y perpendicular (silencio). Plaza de la Malagueta, 23 de agosto. 10ª de feria. Dos tercios de entrada

Cuando se producía la embestida, el torero respondía con el enganchón y el público con las palmas de tango. El tango mismo.

En el cuarto, Litri lo intentó, de verdad que sí. A ciencia cierta, no pude adivinar qué es lo que se proponía, pero no faltó voluntad. Claro es que no le salió nada y lo más doloroso, que se lo tomaron a chufla.

Enrique Ponce estuvo en torero. Lo puso todo. Dado que el toro no tenía nada, Ponce se esforzó hasta lo imposible.

Derecho como una vela, aguantándolo de lejos, absorbiendo la embestida hasta que se convertía en topetazo, sin quitar la pierna adelantada.

No se permitió ventaja alguna, cambió en la misma cara y sorprendió. Los manes del toreo tomaron cuerpo en Ponce.

En el quinto, más difícil todavía.

San Enrique Ponce obró el milagro y sacó de la nada una serie primorosa. Previamente tuvo que consentir y exponer, hasta el punto de que parecía que se estrellaba. Pero no, surgió la luz a base de vergüenza torera.

El Cordobés, entre volatines de su oponente, toreó por verónicas y gaoneras, dejándose acariciar por el pitón. Empezó de rodillas en el platillo, pasándolo por alto primero y por derechazos después.

Al levantarse, se ocultó el sol. Estuvo encima del toro aborricado y allí terminó todo. El sexto fue un manso que derribó dos veces y eligió un metro cuadrado de las tablas para acularse en ellas. Allí hubo que matarlo. Menos mal que tardó poco.

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