Acerca de un cumpleaños
En 1998 la Giselle cubana cumplirá 50 años. Es una pena que este montaje -que sin duda está en la historia del ballet del siglo XX- haya perdido en La Habana su verdadero pedigrí por mor de esa dudosa hegemonía estilística (más dictatorial que estética) impuesta por el aparato alcista. Al menos tres nobles ejemplos a destacar, y que aún perviven hermosamente en lo mejor que se vio en el Albéniz, junto al serio y ordenado cuerpo de baile. Citemos el trabajo original de Mary Skeaping -alineaciones, campesinos...-, el eje riguroso de Fernando Alonso y el afinamiento del puertorriqueño José Pares.En Madrid, el Ballet Nacional de Cuba ha dado algunas Giselle inolvidables. La del miércoles no pasará a la historia, pero fue una función llevadera con un aporte decisivamente estelar: la majestad de Loipa Araujo en el papel pantomímico de Bathilde; ella es quizá la mejor internacionalmente en esa encarnación aristocrática; al menos, no he visto otra que mejor recree esa distancia entre la campesina y la altiva princesa.
Giselle
Ballet Nacional de Cuba. Coreografía:Coralli-Perrot, Petipa y Alonso. Música: A. Adam. Diseños: S. Fernández.Giselle:, Alihaydée Carreño. Albercht: Osmay Molina. Teatro Albéniz. 20 de agosto.
Alihaydée Carreño ha estado mejor que en giras anteriores , siempre algo sobreactuada, mucho mejor de cintura para arriba; ella es una bailarina más de trabajo y tesón que de condiciones naturales, y eso hay que respetarlo al máximo, pero su línea y sus pies necesitan todavía otro entrenamiento más feroz, si cabe. Osmay Molina sigue inexperto, falto de atención personalizada (esa expresión que tanto se usa hoy) en el estilo. Se le ve elegante a ratos, limpio en lo técnico, pero sale y entra en Albercht desorientando al espectador. Viengsay Valdés, en su reina de las willis, no convenció, aun leyendo su coreografía con cierta exactitud. Es una cuestión de peso estilístico y específico del personaje, algo que era otrora sagrado en las huestes cubanas y que hoy escasea. Con todo, el cuerpo de baile mantuvo en alto el justificado prestigio de la compañía y de esta Giselle, su más preciada joya.
Fue una ocasión sentimental importante para los seguidores del ballet antillano, que en Madrid son legión, pues estaban allí, entre sala y escena, tres grandes de la gran época de oro junto a los jóvenes valores emergentes, que los hay: Loipa Araujo aún sobre las tablas, Josefina Méndez (otra Giselle que rozó la leyenda) y Aurora Bosch (mítica reina de las willis de su tiempo).
El teatro estaba lleno y aplaudió a los artistas en pie, aunque una sorpresiva, aparatosa y poco justificada aparición de Alicia Alonso, la directora de la compañía, robó los últimos bravos a Carreño y Molina.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.