Ulster: paz y presos
TODO EL mundo sabe que el problema de Irlanda del Norte no tiene solución; es decir, que no hay ninguna fórmula que pueda satisfacer simultáneamente las aspiraciones de las dos comunidades enfrentadas, cada una de ellas con sus razones y sus agravios: la reunificación política de las dos Irlandas y el respeto a la voluntad mayoritaria de los habitantes del Ulster son, por el momento, principios incompatibles. La esperanza es que se pacte seguir la discusión de esos argumentos de manera no violenta, con la idea de que la convivencia pacífica aleje la memoria de los agravios y haga surgir alguna fórmula política, hoy difícil de imaginar, aceptable, si no para todos, sí para el 70% o el 80% de los ciudadanos de ese territorio. Las dificultades objetivas del problema político explican las que interfieren el proceso de paz: cada iniciativa de Londres para convencer a los terroristas del IRA de que deben abandonar las armas y defender pacíficamente sus ideas provoca la desconfianza de los unionistas. Y toda medida destinada a tranquilizar a éstos -que de momento se benefician del mantenimiento del statu quo- es aprovechada por los sectores más intransigentes del republicanismo para justificar la pervivencia de la violencia.Así, a un mes justo del inicio de las conversaciones multilaterales para la paz en Irlanda del Norte, previsto para el 15 de septiembre, subsisten algunas dudas sobre la participación en ellas del unionismo moderado, que considera insuficientes las garantías dadas por el IRA y su brazo político, el Sinn Fein, respecto a su voluntad de renunciar al uso de la violencia. El debate televisivo mantenido el martes por la noche entre Martin McGuinnes, número dos del Sinn Fein (partido que obtuvo el 16% en las elecciones de mayo), y el diputado Ken Maginnis, del Partido Unionista del Ulster (32%), no sirvió para despejar esas dudas, pero a la ministra británica para Irlanda del Norte el hecho mismo de que el debate llegara a celebrarse le pareció un buen presagio: la prueba de que el diálogo es posible. Mientras tanto, el tema clave de la entrega de las armas, en el que embarrancó el proceso iniciado en 1994, ha pasado estos días a segundo plano ante la cuestión de los presos.
Hace unos días, la ministra para Irlanda del Norte, Mo Mowlan, insinuó en una entrevista la posibilidad de conceder algunos indultos a los activistas presos si la tregua del IRA se afianzaba y el proceso de paz avanzaba. Lo hizo de manera cautelosa, con muchos condicionantes, para no irritar más a los unionistas; pero los republicanos le tomaron la palabra y pasaron a considerar que la liberación de algunos de sus activistas, o al menos el traslado a prisiones de Irlanda del Norte de algunos de los que cumplen condena en cárceles británicas, sería un apreciado "gesto de buena voluntad" que favorecería el proceso.
Inmediatamente, el Gobierno de Dublín, como ya hiciera al inicio de la anterior tregua, anunció la liberación de dos miembros del IRA presos en cárceles de la República de Irlanda, para favorecer esa dinámica. Los presos unionistas de la cárcel norirlandela de Maze han respondido con un motín de protesta. En el Reino Unido hay más de 300 presos de los grupos terroristas republicanos, y una cifra algo inferior de las organizaciones paramilitares protestantes. El Gobierno de Blair considera factible lubricar el proceso de paz mediante una dinámica de medidas de gracia, se supone que a los presos de ambos bandos, en relación a los progresos del diálogo. Una novedad es que Londres ha puesto fecha límite a las conversaciones: lo que sea habrá de estar acordado antes del 15 de mayo de 1998. Se trata de evitar un estancamiento interminable en las cuestiones previas. Así están las cosas a un mes de la cita del castillo de Stormont.
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