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El 'caso Dutroux' hace que el 40% de los belgas reclame un 'Partido Blanco' apolítico

Un año después de estallar el caso Dutroux, los belgas siguen traumatizados y muy distanciados del sistema político, policial y judicial. Según una encuesta del diario Le Soir, un 40% de electores estaría dispuesto a votar por un Partido Blanco apolítico. Pero la catarsis de ayer se reduce hoy a un aluvión de reportajes de prensa, el más absoluto silencio oficial y apenas un puñado de convocatorias de protesta.

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Miedo al 'intrusismo' de los padres

La ansiedad y la histeria colectiva de hace un año se han tornado en distancia y escepticismo. El ambiente de caza de brujas ha remitido. Las voces que clamaban por la pena de muerte o la cárcel perpetua para los pederastas ha desaparecido. La sensación de que el caso Dutroux fue la punta del iceberg de una trama de pederastia que alcanzaba a todo el país empieza a remitir.Hace hoy un año, la policía liberaba a dos adolescentes. Sabine Dardenne, de 12 años, llevaba tres meses encerrada en un cubículo simulado en la bodega de una de las numerosas casas de Dutroux, detenido dos días antes casi por azar. Laetitia Delhez la acompañaba en el cautiverio desde hacía unos días.

Lo que parecía una buena noticia, la liberación de las dos adolescentes, fue el comienzo de un calvario nacional. A los pocos días fueron hallados los restos enterrados de dos niñas que apenas tenían nueve años, Julie Lejeune y Mélissa Russo. Murieron de hambre y sed mientras Dutroux purgaba una corta pena en la cárcel. Toda Bélgica se levantó. Sobre el rey Alberto y el primer ministro, Jean-Luc Dehaene, arreciaron las críticas por no suspender sus vacaciones veraniegas. Los funerales por las dos pequeñas, en Lieja, paralizaron el país. Fue el inicio de una crisis de confianza que ha puesto en cuestión a la clase política.

El 3 de septiembre, después de dos semanas, aparecieron los cadáveres de otras dos jóvenes secuestradas por Dutroux. Efje Lambrechts y An Marchal yacían enterradas bajo tres metros de tierra negra en una tétrica casa por la que merodeaba el pederasta Dutroux.

Manifestación gigante

La tensión creció; hasta límites nunca vividos en Bélgica cuando fue apartado del caso el juez Jean-Marc Connerotte, el único que despertaba la confianza de la sociedad. El 20 de octubre de 1996, 325.000 belgas con globos blancos ocuparon las calles de Bruselas para exigir a la clase dirigente que todo cambie en este atormentado país. Nunca se había vivido nada igual, ni siquiera en el armisticio de la II Guerra Mundial.A los pocos meses fueron hallados los restos de una quinta víctima, la niña marroquí Loubna Benaissa. Esta vez su torturador fue un joven de 33 años, alcohólico y con antecedentes por pederastia. Loubna llevaba cuatro años enterrada en el sótano de una gasolinera, apenas a 300 metros de su casa.

Un año después, los belgas viven aún inmersos en el escepticismo. "Esperábamos una revolución [blanca] pero sólo percibimos unos pocos cambios", escribe Le Soir. "Un año después, ningún responsable ha sido sancionado. La gente está frustrada al ver que el drama de los niños desaparecidos nos conduce ante todo a un mal mucho más general, que les concierne a todos y que tardará mucho tiempo en sanar".

Decenas de belgas rememoran estos días en la prensa las sensaciones de un año de pesadilla. No falta quien sigue reclamando la pena de muerte. Pero también hay quien se lamenta del daño que todo esto está produciendo en la vida cotidiana. "Las cosas han cambiado. Se palpa el estrés. Los padres son más desconfiados. Vivimos en una psicosis", se lamenta un joven boy scout católico al cargo de niños de ocho a 12 años.

"Es terrible ver que en realidad todo ha sido un cúmulo de pequeños errores. Yo no creo en la tesis de las grandes protecciones a Dutroux", reflexiona un técnico de 44 años. "Es imposible olvidar. Los turistas nos señalan con el dedo. Creo que Dutroux no actuaba solo y que tuvo protección", opina Jacqueline Durieux, vecina de Marc Dutroux y antigua propietaria de la casa donde fueron encontrados los cuerpos de Julie y Mélissa y el agujero donde estaban encerradas Laetitia y Sabine. "Ojalá arrasaran la casa", implora.

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