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El fracaso de la reforma fiscal anticipa una larga campaña electoral en Alemania

Un debate parlamentario del Parlamento federal alemán (Bundestag), convocado en plena pausa veraniega y concluido de forma abrupta tras sólo dos horas y media de discusión sobre la reforma fiscal, pone de manifiesto la parálisis política que padece el Gobierno de centro derecha, formado por una coalición entre los democristianos (CDU / CSU) y los liberales (FDP). Mientras, las posiciones enfrentadas entre Gobierno y oposición, expresadas por los oradores ayer, en el Bundestag, se consideran como una especie de pistoletazo de salida para una campaña electoral que amenaza con prolongarse durante nada menos que 14 meses, hasta el 27 de septiembre del año próximo.

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Los Verdes pidieron al canciller democristiano Helmut Kohl (CDU) que de vía libre a unas elecciones anticipadas para salir del empantanamiento político en que se encuentra sumida Alemania.Atenazado entre la falta de mayoría en la segunda cámara legislativa, el Consejo Federal (Bundesrat), controlada por la oposición de socialdemócratas (SPD) y Los Verdes, y las servidumbres de su socio de coalición, los liberales (FDP), Kohl (CDU) ofrece una patética imagen de impotencia política.

El estilo Kohl de gobernar consistente en gran parte en dejar que los problemas se resuelvan por sí solos, hace tiempo que ha dejado de funcionar. En Alemania se acumulan los problemas: cifras de paro similares a las que precedieron la llegada de Hitler al poder, un endeudamiento sin parangón en la historia del país y una crisis de los sistemas de seguridad social que hacen agua por todas partes.

En una situación inconcebible no hace mucho, Alemania sólo cumplirá a duras penas, o gracias a la cosmética contable, los criterios de convergencia de Maastricht para poner en marcha la moneda única europea.

El Gobierno de Bonn presentó hace meses la que iba a ser reforma fiscal del siglo, que lleva camino de convertirse en papel para reciclaje. La reducción de carga fiscal de 30.000 millones de marcos (más de 2,5 billones de pesetas) y la rebaja de los tipos máximos de impuestos sobre la renta del 54% al 39% amenazan con quedar reducidos a una ridícula supresión del anacrónico impuesto sobre el patrimonio empresarial. Eso fue lo único que aprobó de forma palpable la sesión de urgencia veraniega del Bundestag celebrada ayer en Bonn.

Llegaron a Bonn los diputados con el moreno en la piel y con pocas ganas de liarse en largos debates. Kohl aprovechó la ocasión para presentar una declaración de gobierno sobre la situación de las inundaciones del Oder y consiguió el aplauso de todos, porque se trata de una tarea nacional.

A partir de ahí, se acabó la armonía. Saltó al ruedo el ministro federal de Hacienda, el socialcristiano bávaro Theo Waigel (CSU), para acusar a los socialdemócratas (SPD) de bloquear las reformas del Gobierno, a costa de los parados y de oponerse al bien común.

El pasado fin de semana, Kohl acusó al máximo dirigente del SPD, el presidente de Gobierno del Sarre Oskar Lafontaine, de abusar de la mayoría en el Bundesrat de una forma sin precedentes, en la historia de la República de Bonn.

No intervinieron los primeros espadas en el debate de ayer sobre la reforma fiscal. Kohl y Lafontaine, que tiene derecho de voz en el Bundestag como presidente de un Estado federado, se limitaron a estar al quite, sin saltar a la palestra. Por parte del SPD habló el presidente de Hamburgo, Henning Voscherau, quien negó que su partido bloquee las reformas, y dijo que se trata de concepciones políticas diferentes.

Acusó Voscherau al Gobierno de intentar una reforma fiscal que beneficia a los que más ganan y lograr una desgravación a costa de la mayoría de los asalariados.

Según Voscherau, esto no beneficia a la economía, porque se trata de lograr un incremento de la demanda a base de aumentar el poder adquisitivo de la mayoría de la población, y esto no se consigue con la reforma fiscal que pretende el Gobierno.

Tras dos horas y media de exponer las posiciones enfrentadas, se suspendió el debate, que estaba previsto para cuatro horas.

Los diputados se apresuraron a regresar a sus lugares de holganza, tras haber votado, gracias a la mayoría gubernamental, volver a insistir con la reforma fiscal, que pasará de nuevo al Bundesrat a principios de setiembre y seguirá por las tortuosas trochas y veredas del sistema legislativo alemán.

Moción de confianza

La portavoz de Los Verdes, Kerstin Müller, pidió a Kohl que presente la moción de confianza ligada a sus planes de reforma fiscal y la pierda, para dejar así abierto el camino a unas elecciones anticipadas.La diputada verde pintó un panorama para Alemania de 14 meses de campana electoral, con paralización y enfrentamientos políticos, y acusó al canciller alemán de no atreverse a anticipar las elecciones por miedo a pagar las consecuencias de su política y correr la misma suerte que el presidente francés Jacques Chirac.

Los sondeos de opinión más recientes presentan a un Kohl políticamente muerto. Las últimas respuestas a la pregunta clásica de "¿qué votaría el domingo? dan: un 36% CDU/CSU, 38% SPD, 10% Los Verdes, 5% al FDP y otro 5% al los poscomunistas del Partido del Socialismo Democrático (PDS).

Todos estos porcentajes no valen mucho. Kohl ya estuvo muchas veces en la lona demoscópica y después consiguió levantarse.

La esperanza de Kohl y los suyos en el período que resta hasta las alecciones estriba en convencer a sus potenciales electores de que las cosas están muy mal, pero que la llegada de la oposición al poder las pondría aún peor.

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