'La flauta mágica' se vuelve un bello circo
Agotadas las entradas para las 12 representaciones de la nueva producción
Un reloj circular con un sol a lomos de un caracol se empieza a deslizar de derecha a izquierda por el primer plano del escenario: terminará su lento recorrido cuando acabe la función. El escenario es una pista circular de un circo, con sus bancos corridos de madera para el público. La troupe del Freyer Ensemble de Berlín se encarga de articular el montaje. El director de escena Achim. Freyer da una visión de La flauta mágica, de Mozart, que es un viaje interior a la fantasía, una invitación a recuperar la infancia, un profundo homenaje a la capacidad de sorpresa del teatro.
El estreno de una nueva producción de La flauta mágica en Salzburgo produce una excitación especial. Es la ópera más representativa y simbólica de la ciudad mozartiana por excelencia y el público está vigilante ante cómo se resuelve. Conseguir una. localidad para cualquiera de las 12 representaciones es, a estas alturas, una utopía, sea cual sea el precio que se esté dispuesto a pagar en la reventa. Las cadenas de televisión austríacas han dedicado en las vísperas del estreno programas especiales a este título, en los que se podían ver las primeras imágenes de los ensayos.Un circo, ¿qué es esto? Se empieza a presagiar la bronca. Se anuncian proyecciones especiales al aire libre en pantalla gigante, situada en la plaza de la Catedral, para calmar la demanda. Más de 500 niños de la ciudad de Salzburgo, incitados por el director del festival, Gérard Mortier, asisten al ensayo general: salen absolutamente deslumbrados.
Magia del escenario
El director de escena Achim Freyer (1934) sabe lo que se trae entre manos. Hace girar la narración alrededor de la magia del escenario: una reivindicación del teatro popular; una vuelta a las intenciones originales del espíritu de La flauta mágica. El escenario se convierte de este modo en el centro de la tierra, el lugar idóneo donde confluyen sueños y realidades, historias y deseos, palabras y música.Freyer es pintor, además de escenógrafo, y se declara admirador de Bertold Brecht. También ha dedicado una parte importante de su actividad profesional a la enseñanza. Son cosas que se notan. El color, la imaginación, resplandecen en casi todas las escenas. Hay payasos, magos, monstruos, bicicletas mágicas, transformaciones y un explosivo vestuario, pero todo ello está al servicio de una narración claramente didáctica, al servicio del libreto y la música, una narración que exige la complicidad de un espectador inocente capaz de dejarse llevar a un país de maravillas de la mano de la más melódica, la más armónica y la más popular de las óperas de Mozart. La flauta... de Freyer es sensible, festiva, original pero no extravagante, atrevida pero no gratuita.
Se podría pensar por lo dicho hasta aquí que fue un éxito de los que hacen época. Pues no. La división de opiniones se manifestó como en los tendidos de una plaza de toros cualquiera: a gritos, con espectadores tan entusiasmados como otros encolerizados. Es la grandeza de un público que siente la ópera hasta el último poro de la piel y manifiesta con fervor sus ideas sobre la misma.
La bronca (o la división de opiniones, para ser exactos) llegó también hasta el director musical, Christoph von Dohnányi. Su lectura, al frente de la mozartiana Filarmónica de Viena, fue de las que podríamos llamar objetivas, es decir, ordenada, serena, atenta a las voces, pero sin chispazos de inspiración. En una noche caliente, de sentimientos desatados, no resultó suficiente. Por las razones que sean, el director berlinés, titular de la Orquesta de Cleveland no acaba de sintonizar del todo con la Filarmónica de Viena. Ya tuvo problemas hace un par de años, aquí en Salzburgo, en óperas de Bartok y Schönberg, afortunadamente superados con brillantez. Pero La Flauta es otra cosa.
Reparto de primera línea
El reparto vocal fue de primera línea. Esto no lo discuta nadie. Sylvia McNair compuso una Pamina llena de teatralidad y simpatía, Natalie Dessay estuvo impecable en las complicadas coloraturas y agilidades de La Reina de la Noche. Matthias Goerne dibujó un magnífico Papageno tanto en su faceta musical como en la de actor.En definitiva, René Pape (Sarastro), Michael Schade (Tamino), Hermann Prey y un largo etcétera contribuyeron, junto al versátil Coro de la Opera de Viena, al resplandor de una noche apasionada. Mortier pensó en algún momento en invitar a dirigir la escena de La flauta mágica al mítico director de cine japonés Kurosawa. Al final, se inclinó por Freyer, sabiendo el riesgo de aceptación al que se enfrentaba frente a un público que considera esta ópera como suya. Los resultados ahí están. La flauta mágica, heredera en Salzburgo de la de Solti y Schaaf en 1991, ha levantado una fuerte polémica. Es un signo de que la ópera sigue viva.
Babelia
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